Emblema L. El dragon y la mujer se han dado mutua muerte, y se empapan en sangre mutuamente.
“Sé paciente
y no desesperes de la Obra. Rectifica hasta que encuentres el león
verde, brillante y verdadero, que reconocerás por su gran peso. Es
la tintura del Oro. Contemplarás los signos admirables de nuestro
león verde, al que ninguno de los tesoros del león romano podrían
pagar. ¡Gloria a quien ha sabido hallarle y sacar de él la
tintura!. Es el verdadero bálsamo natural de los planetas celestes;
impide la putrefacción de los cuerpos, y no permite a la lepra, a la
gota, ni a la hidropesía, que se implanten en el cuerpo humano.
Cuando ha sido frecuentado con el azufre del oro, se le prescribe en
dosis de un grano.” Paracelso
En un primer acercamiento a lo que
motiva a transmitir en este apartado, está el tomar conciencia sobre
una dimensión que está tan presente y tan cotidiana, que la
conciencia poco toma en cuenta como componente primordial en el
desenvolvimiento en nuestras vidas.
Es tanto así que ni si quiera se
cuestiona la presencia de esta, más bien se da por hecho su
constitución y su papel protagónico en la vida de varios de miles
de personas. El material con el que está construido todo aquello con
lo que nos topamos en nuestra vida cotidiana, es algo tan ordinario
para nuestras vidas, que poco vale la pena el ponerse a reflexionar
sobre ella. Mas nos llaman la atención reinos sutiles que tanto se
ha dedicado por estudiar la teosofía, la antroposofía con su
estudio del ser humano y sus dimensiones psico-espirituales, las
tradiciones de sabiduría. Sin embargo me gustaría detenerme un
momento a reflexionar, a pensar y meditar sobre algo tan ordinario
que “solo lo hallaras entre el estiércol” dicen en la antigüedad
los alquimistas. Tan desvalorada esta la materia que muchos de los
que buscan un camino espiritual intentan separarse de ella, para
alcanzar estados más sutiles o elevados de comunión, sin al menos
dedicar unos cuantos momentos a pensar ¿En qué estoy parado? ¿Qué
es aquello que me rodea? ¿Qué es aquello que en primera instancia y
más concreta, me constituye?. Estas preocupaciones al parecer poco o
nada tienen que ver con un sendero espiritual, sin embargo, un
ejercicio que puedo asegurar generara una visión distinta sobre
nuestra cotidianidad, es comenzar a ver a la materia, nuestras
paredes, el sueño, un auto, un escritorio, todo cuanto de material
hay a nuestro alrededor, incluso nuestro propio cuerpo y el de las
personas a nuestro alrededor surgen como algo de una dimensión
(porque no decirlo) milagrosa sobre el secreto de la vida misma.
Porque tengo un cuerpo? Que es esto tan concreto?. Finalmente ¿Qué
es la materia? Reflexionar sobre ello de seguro traerá a nuestras
mentes los avances tecnológicos y científicos que hay al respecto
para intentar responder a estas preguntas, que sin duda han llamado
la atención desde la primera edad del ser humano. Hoy en día esto
se intenta explicar a través de los átomos y las partículas
subatómicas que componen la materia, si bien esto podríamos decir
que es correcto en su grado, debemos al menos dejar un espacio para
el misterio de lo creado. La materia por más que nos la expliquemos
con átomos, al solo mirar a nuestro alrededor podemos constatar que
no basta al hombre entender cómo se compone, pues al vivir la
materia misma, parece ser algo mas allá, pues esta explicación no
deja satisfecho al espíritu de ninguna época , que no se basta con
explicar, ya que cuando experimenta la vida cotidiana, mantiene un
dejo de duda sobre, que es esta.
En algún sentido, hemos aprendido a
llamar a esto que nos constituye y constituye todas las cosas que
somos capaces de percibir con nuestros 5 sentidos ordinarios, con el
nombre de “materia”, este nombre simplemente nos ha ayudado a
designar algo que sin embargo en mayor o menor medida nos es
desconocido.
Hay algo llamado materia, pero este
nombre simplemente ha surgido en la necesidad de explicar algo que
nos es irreconocible, una materia que no conocemos más sino
por sus efectos.
Los alquimistas tenían seriamente
esto en consideración, pues ellos eran conscientes de que algo había
y en efecto algo hay, sin embargo no sabemos que es. Ese misterio era
designado con el nombre de materia prima, que en una etapa primaria
era caótica y oscura y si bien en algún sentido ellos no conocían
el término de lo inconsciente, bien conocían sus efectos. Esto lo
podemos constatar a través de las imágenes y alegorías en sus
tratados, en los símbolos utilizados para explicar las distintas
transformaciones y, que en ciertas ocasiones podemos encontrar hacen
alusión mas que a una operación química, a una transformación
interior, intima y personal, tal es el caso de la Aurora
Consurgens tratado alquímico
atribuido a Tomás de Aquino, el cual posee en particular alegorías
referidas a un proceso interior, mas que a intercambios de sustancias
químicas.
Así es como esotéricamente se
reconoce la alquimia como una búsqueda por el perfeccionamiento del
ser humano y no lo que vulgarmente se entiende como transformación
de los metales simples en oro, una atribución mas exóterica.
“A esta ciencia de Dios y
enseñanza de los santos, el secreto de los filósofos y elixir de
los doctores, la desprecian los tontos que no saben lo que es.
Burlarse de esta ciencia es la causa de toda ignorancia. Con los
tontos se ha de hablar como hablaría uno con gentes que están
dormidas, sin ponerlos nunca en el mismo nivel que al sabio. Siempre
habrá pobreza e infelicidad en el mundo porque el número de tontos
es inmensamente grande. Dice la Sabiduría: "Os llamo, oh,
hombres, y llamo a los hijos del entendimiento. Entended la parábola
y su interpretación, entended la palabra de los sabios y su enigma".
En manos de la Sabiduría están el poder, el honor, la gloria y el
reino: Ella tiene sobre la cabeza una corona de doce estrellas
resplandecientes, y sobre su túnica hay una inscripción: "Como
reina gobernaré y mi reino no tendrá fin para aquellos que me
encuentran". Aurora Consurgens
Aunque bien estaban al tanto de que
al transformar la materia, algo en su interior también era
transformado, de ahí sus correspondencias con las sustancias
químicas.
Entendiendo esto en términos
psicológicos actuales, podemos entender que aquello que los
alquimistas de entonces realizaban, era tal como en su libro
Psicología y alquimia, Jung muy bien retrata, es una
proyección de los contenidos inconscientes sobre la materia química
que estos trabajaban. Así la realidad psíquica del alquimista se
depositaba sobre estos contenidos y eran posibles de modular.
Así en principio tenemos dos
componentes con los que trabaja el alquimista, la primera es la
llamada materia prima y lo inconsciente.
En principio y en rigor, lo
inconsciente, es tal y por tanto nunca podremos llegar a conocerlo
directamente, solo lo conocemos por sus efectos. Por ello para poder
alcanzar el umbral de la conciencia, este deber ser necesariamente
proyectado sobre algo en su exterior. Por otro lado, la materia
tampoco sabemos con certeza que es, sabemos gracias a la ciencia como
se compone pero ésta y su comportamiento en relación a nuestra
psique es bastante incierta y poco sabemos al respecto. Lo único que
hemos podido constatar es que un cambio en una de las dos sustancias
acarrea modificaciones, seamos conscientes o no de ello, en la otra
parte.
Desde un punto de vista alquímico
la materia es designada como aquello fijo, denso, con propiedades
femeninas, tendiente a la inercia. En contraposición a lo volátil,
sutil y elevada naturaleza del espíritu.
Así simbólicamente encontramos
alegorías que hacen alusión a estas dos propiedades; un león o un
dragón alado hacen alusión al espíritu o Espiritus
Mercurialis, mientras que una serpiente, un lobo,
un cuervo, aluden a la materia, aún imperfecta y oscura.
Una imagen no menos importante
dentro de la alquimia es la del león verde. Este león lo podemos
encontrar en muchos tratados que hacen alusión al procedimiento
alquímico para realizar el opus magnum o la Gran Obra.
En principio comentábamos la poca
consideración e importancia en reflexionar sobre la materia y hasta
entonces hemos comentado la atención que trajo sobre los
alquimistas. Si esta mereció tanta atención, es porque en si
mantiene las posibilidades de transformación interna, pero que solo
el adepto será capaz de reconocer, en su importancia y naturaleza.
La materia en sí mantiene entonces
2 naturalezas, una perfecta y otra imperfecta. Lo que preocupa en
preferencia al adepto que busca perfeccionar su naturaleza inferior,
es entonces, descubrir como separar ambas naturalezas de modo de
dejar en sí aquella materia prima esencial para perfeccionar. Es
aquí donde surge la importancia del león verde.
Esta separación o separatio
es el discernimiento que el adepto requiere para elegir qué aspectos
de sí mismo debe dejar de lado y porque aspectos él desea trabajar.
El león verde, sinónimo del ácido sulfúrico, de igual coloración,
permitirá llevar a cabo esta operación, separar en el caso de
algunos metales la piedra sucia, del metal puro, que será nuestra
materia prima. Hoy en nuestro país chile en el proceso de extracción
del cobre el proceso es llamado la lixiviación, donde se le aplica
ácido sulfúrico junto con agua a la piedra, en donde se disuelve el
cobre y se forma sulfato de cobre.
Así el león verde también es
llamado nuestro resto de oro.
“Has preguntado qué era el
verde, pensando que el bronce era un cuerpo leproso a causa del verde
que posee. Por eso te digo que todo lo que existe de perfecto en el
bronce es ese verde que está en él; pues ese verde es transformado
de inmediato por nuestro magisterio en nuestro oro muy verdadero, tal
como hemos experimentado. Pero no podrás de ninguna manera preparar
la piedra sin el duenech verde y líquido que parece nacer en
nuestras minas. ¡Oh verde bendito que engendras todas las cosas!”
Michael Maier, sobre el Rosarium Philosophorum.
Entonces nos encontramos que la
materia no solo es aquella parte oscura de la creación, sino que
contiene aspectos potenciales a desarrollar por el adepto en su
propia naturaleza, pero que por un acto de voluntad ha decidido
iniciar un viaje de purificación y separación, entre lo esencial de
lo que no.
Desde una perspectiva teosófica,
Dios descendió sobre todas las cosas y su espíritu quedo atrapado
en la materia, trabajo que el adepto alquimista a aprendido a
liberar.
En su trabajo intimo, el adepto debe
aprender a reconocer en cada aspecto de la materia que lo rodea ese
resto de oro, si desea trabajar fervientemente sobre sí
mismo, reconocer en todas y cada una de las cosas que te rodean, una
parte de ti. Fijarte pues como te relacionas con ella.
Reconocer en cada acto de voluntad,
en cada pensamiento, palabra y acción la presencia de vuestro
espíritu en acción. Reconoce que pues, en cada vínculo con el
mundo que te rodea encontraras el espíritu prisionero, esperando que
llegue quien tenga la llave que extraiga el oro filosófico. Hazte
entonces con vuestras virtudes, reconoce vuestras sombras, llamad al
león verde y rendirle culto, pues más sabio sabe, que extraído en
la materia te muestre el camino de la santa doctrina, la gran obra de
los sabios.
Cocinad a baño maría, poned una
olla sobre otra y prended fuego a vuestra cocción, y observad como
la paciencia aplicada con sabiduría sobre cualquier trabajo,
permitirá disolver vuestras impurezas. Estad atentos, pues
cualquier cambio en la temperatura puede arruinar el resultado.
Trabajad duro por vuestra obra, se constante y paciente con cada
receta y no permitas que vuestra materia se arruine, buscadla dentro
de oscuras cuevas, en lo profundo hallarás lo que buscas. Si surge
miedo o sufrimiento, es señal de buen andar, pues la putrefacción
se lleva a cabo y no hay materia que no se lamente por perder aquello
que creía lo constituía.
4 comentarios:
Hola,
aceptando gustosamente la invitación paso a visitar tu blog.
Saludos
Gracias por la consideración. Saludos
Veo que frecuentas temas que me interesan, seguiré tus nuevas publicaciones. Hasta pronto
Gracias. Agradecido. Espero en estas semanas actualizar con una nueva entrada. Nos leemos.
Publicar un comentario