Introducción
La psicoterapia es una
relación humana especial, un espacio de encuentro profundo entre un paciente
(s) y un terapeuta. En esta relación
cada cual tiene su lugar y un rol dentro de este lugar, del cual paciente y
terapeuta son investidos.
Lo que ocurre en este espacio adquiere el
carácter de sagrado, porque el encuentro es entre dos totalidades, y por lo
tanto participan los yo conscientes y lo
inconsciente; movilizándose fuerzas arquetípicas que participan del
proceso otorgándole este carácter de sagrado. Estas fuerzas son proyectadas al espacio
terapéutico y a los integrantes del proceso: paciente y terapeuta. De este modo ambos participan de un proceso
que tiene una realidad por sí mismo, tiene sus propias reglas y ritmos. El terapeuta debe estar despierto y atento a
la realidad de este proceso para que pueda cumplir bien su papel, y no dejarse
enredar en estas fuerzas inconscientes que se movilizan, o más bien aprender a
estar consciente de estos enredos, y salirse a tiempo.
Una de las actividades, y
quizás la más importante que se realiza en este proceso es el de escuchar y ser
escuchado. El paciente viene a ser
escuchado, el terapeuta se dispone a escuchar, aunque también el paciente
escucha al terapeuta y éste es escuchado, en un proceso dinámico, dialéctico y
profundo.
Además podríamos agregar
que la psicoterapia resulta ser, o al menos ese es el mayor intento, una
modificación en la forma en que un individuo se posiciona con respecto a el
enfrentamiento con su propia realidad, lo cual implica un contexto relacional,
intersubjetivo, tanto con las personas como con los objetos con los cuales
interactúa. Por ello cuando un individuo asiste a psicoterapia en mayor o menor
grado es a raíz de una sensación, un sentimiento o una creencia sobre un
aspecto de sí mismo que surge como incompatible con la situación con la que se
enfrenta. En la vida cotidiana, nos vemos enfrentados a múltiples dificultades
y nos hacemos con nuestras propias herramientas y capacidades para
desenvolvernos, sin embargo parece ser que en ocasiones no contamos con las
herramientas necesarias para desenvolvernos de forma adecuada y cuando esto
sucede hay indicadores que nos muestran que ciertas decisiones no han sido las
mas adecuadas y surgen síntomas físicos, psíquicos o relacionales que dan
cuenta de una disrupción en la capacidad de desarrollo adecuado.
A lo largo de la historia
la psicoterapia cumplía en sus inicios, una forma de descubrimiento de las
enfermedades de las personas que no podían ser explicadas a través de
disfuncionalidades orgánicas, por lo que se comienzan a hipotetizar causas
psíquicas a estas disrupciones, con lo cual, la psicoterapia queda asociada a
casos en donde la patología (abría que entrar a definir que era patológico en
ese entonces y que no, sin embargo supondría una extensión mayor de lo que
pretende este trabajo) era la indicación de algo anormal. Entonces la
psicoterapia tenía la función de devolver al funcionamiento normal y adaptativo
al contexto relacional cultural del individuo.
Hoy en día los límites
entre la patología, lo normal de lo anormal se ha estrechado, generando un
nuevo entendimiento acerca de lo que anteriormente se conocía como patológico.
Hoy sabemos que lo común no es sinónimo de sanidad y esto a implicado para la
psicoterapia un cambio profundo en la forma de contextualizar su utilidad, de
hecho se ha expandido ya no solo como una forma de extirpar la enfermedad de
los individuos, sino como el entendimiento del funcionamiento personal y como
ello moviliza hacia la posibilidad de promover un desarrollo más expedito de la
individualidad y colectividad.
Sin embargo gran parte de promover este
cambio, profundización y autoconocimiento es a través del escuchar y el ser
escuchado. La complejidad de lo que implica esto, tanto explicita como implícitamente
ha sido una tarea que tanto desde el campo de lo biológico como desde el campo
de las ciencias sociales se han ocupado a lo largo de los últimos años.
A partir de los postulados de Carl Jung, es que la psicoterapia pasa de ser
una manera de buscar sanar la psicopatología, a una manera de poder conocer al
ser humano en su totalidad, lo cual implica que ciertos comportamientos y
manera de estar en el mundo, va a estar ligada particularmente a como se
constituye en su individualidad, y que ciertas tendencias de su personalidad
van a primar por sobre otras, lo cual puede generar ciertos conflictos en su
relación con los otros y con el mundo, considerando que la particular
configuración de su personalidad y lo que posteriormente él llamará su actitud
y sus funciones psicológicas van a ir determinando, fijará de manera mas o
menos estable la particularidad de interpretar su realidad tanto interna como
externa.
La variabilidad y diversidad de formas en que se configuren estas funciones
a saber el pensamiento, la intuición, la sensación y el sentimiento, y su
correspondiente actitud psicológica ya sea introvertida o extrovertida, van a
configurar el modo de vincularse con los otros. De ahí la complejidad de las
relaciones humanas.
El comprender estas configuraciones entre las actitudes y funciones
psicológicas, aparte de enriquecer de manera significativa la visión acerca de
la complejidad de la personalidad humana, nos entrega una herramienta muy
significativa al momento de comprender por ejemplo lo que sucede en la relación
terapéutica entre transferencia y contratransferencia y además comprender como
paciente y terapeuta se dirigen al mundo de una manera por completo diferente
si sus funciones y actitudes fueran contrarias.
“La tipología por lo tanto es una teoría
estructural que se emplea para hacer comprender las diferencias individuales
así como para ayudarnos a comprender lo que él llamó las manifestaciones de la
psiquis como una expresión del ser intrínseco” (Jung, 1936 en Quenk&Quenk,
1984, p.15)
Desde la perspectiva clínica, es la diferencia de los
tipos y la dificultad para reconocer y apreciar estas diferencias la raíz del
desarrollo de lo que conocemos como trastornos del carácter. “La importancia práctica de la tipología en
el trabajo analítico se vuelve clara cuando un conflicto de tipo está sumergido
por debajo del principio autorregulador de la psiquis” (Idem, p. 16).
Los tipos psicológicos
Como bien se sabe, Carl Jung, no solo se dedico al estudio de la
psiquiatría y psicología, sino además, dentro de sus intereses encontró gran
similitud entre sus postulados, con ciertas prácticas y filosofías que no
entraban en el campo de la psiquiatría, sino mas bien, correspondía a ciertas
actividades a las cuales se dedicaba el hombre en la antigua edad media. Así
por ejemplo encontró similitudes observando el campo de lo inconsciente, que ciertos
símbolos que aparecían en sus pacientes durante el análisis, presentaban
grandes similitudes y alusiones a lo que ya habían planteado otros autores
dentro del campo de la alquimia medieval. Y así como Jung se interiorizó en la
actividad de esos hombres, fue relacionando su propia psicología con los
planteamientos de esa filosofía referente a como era considerada la
constitución del ser humano, a partir del entendimiento de su carácter y
temperamento. Encontramos entre estos planteamientos, la visión del ser humano
constituido por cuatro sustancias básicas, que determinan según su distribución
y grado en que se presentan en el ser humano, el temperamento y carácter de
cada cual. Estos elementos correspondientes al fuego, agua, tierra y aire,
también tienen su correspondencia a nivel anímico en nosotros. Es lo que C. G.
Jung utilizo para definir las cuatro funciones de la psique, 2 racionales y 2
irracionales. Así el fuego y la tierra mantendrían una relación irracional con
respecto a la conciencia de la intuición y la sensación. Por otra parte, el
agua y el aire, es decir la función del sentimiento y el pensamiento, serían
las dos funciones racionales de la psique. La conjugación más o menos
congruente de estas 4 funciones mantendría en equilibrio a la totalidad de la
psique, sin embargo, por disposiciones naturales en el temperamento del sujeto
y determinaciones por eventualidades de la propia historia, ciertas funciones
comienzan a desarrollarse distintas unas de otras. Esto genera que la psique se
mantenga en cierto sentido escindida, con ciertas funciones (sean racionales
y/o irracionales) de cierta manera sepultada en lo inconsciente y así no
podemos acceder a ellas de manera voluntaria, pues se manifiestan de manera
autónoma en ciertos momentos.
Por el contrario aquellas funciones que quedaron más cerca de la
conciencia, se utilizan para percibir la realidad que nos rodea, sea interna o
externa. Así la realidad es percibida desde este punto de vista, teñida por
estas funciones que mantenemos más desarrolladas o más accesible son para la
conciencia o en otras palabras, funciones que la conciencia utiliza mayormente
para poder dirigirse y acceder a la realidad.
Las funciones racionales del pensamiento y el sentimiento son denominadas
racionales "porque están caracterizados por la primacía de funciones de
juzgar racionalmente" (Jung, 1978, p. 429)
y por otra parte, las funciones irracionales de la intuición y
sensación, se caracterizan por obtener información ya sea de un medio interno o
externo a partir del contacto con lo inconsciente, es por ello, que su visión
es principalmente hacia dentro, preocupado de lo que el organismo y su
subjetividad les comunican y es por ello que "lo que acontece dentro es
tan cautivador y de un atractivo tan inagotable, que estos tipos no notan que
lo que ellos comunican de eso al entorno contiene por lo regular poquísimo de
aquello que viven en sí mismos como ligado a ello" (Jung, 1978, p. 476)
Estas funciones racionales e irracionales de la psique se mantendrían en
cierta oposición, de manera que funciones irracionales serían compensatorias
con respecto a las racionales. Así si la persona se dirige al mundo más desde
el pensamiento, en su opuesto inconsciente, se constelaría el sentimiento y así
sucede también con la sensación y la intuición (Beebe, 2010)
Estas cuatro funciones son todas necesarias en la vida del individuo y si
alguna se subvalora con respecto a las otras, entonces además de perder
múltiples posibilidades, el individuo deja alienado una parte de sí mismo, cuartando
la posibilidad de poder adquirir información de la realidad tanto interna como
externa. Tal cual como aquel cuento de los monjes que con sus ojos cerrados
intentaban descubrir aquello que acariciaban, cada uno tocan una parte distinta
del elefante, creyendo por si mismos saber que solo era una pierna, o una oreja
o una trompa, sin poder percibir la totalidad del animal.
De ahí la importancia de poder desarrollar cada una de estas funciones,
solo así nos garantizamos poder percibir la realidad de una manera más
totalitaria. Aunque si bien es cierto que estas van rotando, es decir, en cada etapa del ciclo vital prima una
función mas que las otras, posibilitando de mejor forma la adaptación al mundo
externo y a las exigencias interiores que cada etapa exige de la persona.
De manera resumida,
la sensación nos dice que algo hay, el sentimiento si esto es algo bueno o
malo, el pensamiento nos dice que es lo que es y la intuición más o menos hacia
donde se dirige, a donde apunta.
Las actitudes psicológicas.
La Introversión.
Lo que
caracteriza a esta función, es que la energía psíquica, también denominada como
libido, está dirigida hacia dentro (Von Franz, 1971). La energía del individuo
se sustrae, más bien, es recogida y los objetos externos no resultan ser lugar
de importancia en donde se deba depositar la atención, ya que esta se encuentra
dirigida hacia la propia subjetividad y hacia el interior del sujeto. Al
respecto, Jung (1978) nos menciona que “la conciencia introvertida ve, desde
luego, las condiciones externas, pero escoge como decisiva la determinante
subjetiva” (p. 445).
Los
riesgos, es que frente a la adaptación al mundo externo, el introvertido vea
amenazada su singularidad y mismidad, en cuanto percibe, que alejarse demasiado
de sí mismo, puede resultar en ocasiones una pérdida de su yo, que está más
atento a sus imágenes y sensaciones internas que a aquello que le provocan los
objetos externos. Desde este punto de vista, la introversión genera que la
mirada no esté puesta tanto fuera, que indudablemente lo en grado necesario
como para poder adaptarse a los requerimientos que el mundo exterior deposita
sobre el individuo. Sin embargo, ya que el introvertido vive “hacia dentro”, la
necesidad de atender a los estímulos exteriores y cumplir con las demandas,
implican un cansancio, que al contrario para el extrovertido, resulta ser
energizante y recuperativo, mientras que el introvertido, requiere de un
espacio donde pueda volver a la tranquilidad de su intimidad. Al comienzo, la
introversión era considerada desde un juicio extrovertido, mayormente valorado
por los tiempos de hoy, una mera dificultad de la personalidad por
desarrollarse, y atender demasiado a los juicios subjetivos, era considerado de
poco valor (Jung, 1978).
El
riesgo de la actitud demasiado unilateralizada en la introversión, pudiera
egoicamente caer en el riesgo, de identificar todos los contenidos colectivos
con sigo mismo, pudiendo caer en una identificación con el Self, por lo que el
inconsciente compensaría aumentando la influencia del objeto y por ende,
disminuyendo la fuerza del yo.
La extroversión
En el
caso de la extroversión, el individuo deposita su energía en los objetos
externos (Von Franz, 1971), lo que pudiera traducirse en un comportamiento
mayormente expansivo, afirmando la importancia que este tiene hacia el objeto
externo. Debido a ello, a diferencia de la persona introvertida, el
extrovertido, tiene una mayor necesidad de influir en el otro y a la vez de ser
influido, es decir, “se orienta por los hechos externos dados” (Jung, 1978, p.
401) guiándose y actuando a partir de las personas, cosas, hechos e ideas
externas.
“Cuando
lo preponderante es orientarse por el objeto y por los datos objetivos, de suerte que las decisiones y acciones más
frecuentes y principales no son condicionadas por opiniones subjetivas, sino
por circunstancias objetivas, hablamos de actitud extravertida” (idem).
Como
la energía del extrovertido está volcada hacia fuera, a los objetos y en la
relación con estos, el poder mantenerse en contacto con los otros fuera de él,
posibilita que la energía tenga un canal a través de donde expresarse,
necesidad vital para el extrovertido, en cuanto a través del mantenimiento del
contacto con los otros, se despliega y “recarga” sus energías, el introvertido
ve su energía desvanecerse frente al contacto muy continuo con los otros. Por
ende, el mundo interno para el extrovertido no requiere de mucha atención, y la
opinión subjetiva respecto a lo que sucede sobre cierta temática involucra un
esfuerzo mayor para su conciencia, orientada hacia el mundo exterior.
Cuando
la conciencia se unilateraliza demasiado en aquella actitud, el individuo puede
identificarse demasiado con el objeto, y en ello puede perderse a sí mismo. El
inconsciente reacciona, como sabemos, de manera compensatoria respecto a la
conciencia, por lo que en este caso, el inconsciente comienza a prestar
demasiada atención respecto a los detalles, forzando al ego que pueda centrarse
en los aspectos subjetivos de las situaciones. Esta actitud genera que la
conciencia adopte “una actitud, primitiva, infantil y egoísta” (Jung, 1978, p.
406). Las afecciones nerviosas en estos sujetos son muy comunes, obligando a la
conciencia a girar la atención hacia sus aspectos más subjetivos a considerar
por el síntoma.
Funciones psicológicas.
Pensamiento
extrovertido
Como
dijimos en un comienzo, la función psicológica del pensamiento, como función
racional, está dirigida a poder definir lo que es un objeto o que no es. De
esta manera el pensamiento otorga la capacidad de definir y discernir. Este tipo va a “poner toda su
exteriorización vital bajo la dependencia de conclusiones intelectuales, las
cuales se orientan siempre en última instancia por datos objetivos, esto es, o
bien por hechos objetivos, o bien por ideas de validez universal” (Jung, 1978,
p. 415). Todo lo que calza con el esquema es aceptado, todo lo demás es
rechazado. Puede cumplir un gran rol social, pero se torna más negativo cuando
se rigidiza en su esquema, y oprime todo lo que no entiende. El inconsciente se
opone a la consciencia y proyecta los sentimientos arcaicos. Así, las formulas
se convierten en religión y dogma (carácter colectivo).
Pensamiento
introvertido
“El pensar
introvertido se orienta ante todo por el factor subjetivo. El factor subjetivo
está representado al menos por un sentimiento subjetivo de orientación, que
determina en última instancia los juicios” (Jung, 1978, p. 451).
El pensamiento
puede transitar por el objeto, pero siempre ha de regresar al sujeto. Lo
principal no son los hechos, sino las ideas subjetivas y las imágenes
simbólicas a las que llega. Es así como puede “producir aquella idea que no
estaba en los hechos externos y que es, sin embargo, su expresión más adecuada,
su expresión abstracta” (Jung, 1978, p.452). Deja al objeto en segundo plano,
suele ignorarlos y enfocarse más en las imágenes fantásticas que proceden de su
subjetividad. Se enfoca en la
“representación de lo irrepresentable” (Jung, 1978, p. 453). Por eso, a veces
se pierde en el factor subjetivo, y se aleja de la experiencia y la verdad
práctica para la vida. Si se unilateraliza “Comienza a confundir su verdad
subjetiva con su persona” (Jung, 1978, p. 457) rechaza por completo al objeto.
Necesita sentirse superior al objeto, pero en la vida externa le cuesta
conectar sus ideas y cada vez se aleja más, volviéndose rígido e inflexible.
Sentimiento
Extravertido
“En la actitud
extravertida el sentir se orienta hacia los datos objetivos, esto es, el objeto
es la ineludible determinante del modo de sentir. El sentir se encuentra en
concordancia con valores objetivos” (Jung, 1978, p.424). Estos valores
objetivos corresponden a valores tradicionales y valores universalmente
válidos. También se incluyen las modas y todo lo socialmente aceptado. De esta
manera cuando el objeto asimila a la persona, se pierde el carácter personal.
Disociación contradictoria del sentir: “Este se apodera de cualquier objeto con
valoraciones sentimentales, y se establecen numerosas relaciones que internamente
se contradicen entre sí” (Jung, 1978, p. 425-426).
Sentimiento
Introvertido
En apariencia son
calmados, incomprensibles, incluso fríos o insensibles. (Debido a que se
apartan sentimentalmente del objeto externo; todos los sentimientos que
provienen del objeto son enfriados, intentando establecer la superioridad
frente a él). Por esto resulta “fácil que un juicio superficial le niegue todo
sentimiento. Pero es radicalmente falso, por cuanto los sentimientos no son,
desde luego, extensivos, pero sí intensivos. Se desarrollan en profundidad”
(Jung, 1978, p.461). Cada impresión subjetiva que cautiva es seguida en
profundidad. (ese poder cautivador que proviene de lo inconsciente). Se
unilateralizan al confundir, al igual que el tipo pensamiento introvertido, a
su yo con el creador de estas imágenes, provocando también una identificación
con el self. El inconsciente se opone
con el pensamiento que se proyecta en los objetos “Con ello el sujeto vuelto
egocéntrico llega a sentir el poder y el significado del objeto desvalorado”
(Jung, 1978, p. 463).
Sensación
extrovertido
En este tipo, “no
se excluye ni se reprime nada de la sensación del objeto (a excepción de la
parte subjetiva” (Jung, 1978, p.432). Prevalece la experiencia. Todas las
sensaciones guían a nuevas sensaciones. “Su intención mira al goce concreto, y
eso mismo hace su moralidad” (Jung, 1978, p.434). Sin embargo, la limitación
que desaparece en él se transforma en una compensación por parte de la
intuición, y el objeto comienza a adquirir aspectos irreales, lejos de su
objetividad. Mientras más desaparece el sujeto detrás de la sensación, más
violento se torna el objeto, que se carga con proyecciones inconscientes. El
inconsciente se opone provocando que caiga en una irrealidad patológica.
Sensación introvertida
“La sensación
introvertida capta más los trasfondos del mundo psíquico que su superficie”
(Jung, 1978, p. 466). En apariencia es tranquilo (por su falta de referencia al
objeto). Es difícil reconocerlo a menos que tenga medios para expresar esta
vivencia. Puede que comience a desvalorar al objeto, llevando a una concepción
ilusoria de la realidad. Su consciencia se orienta hacia la realidad arcaica,
moviéndose en un mundo mitológico sin percatarse de ello. Cuando se
unilateraliza choca o, con la realidad (encontrándola insípida, innecesaria) o
choca con sus propias fantasías). El inconsciente “se opone obsesivamente al
individuo y desencadena visiones obsesivas de la especie más repugnante sobre
el objeto” (Jung, 1978, p. 470)
Intuitivo
Extravertido
El autor, refiere
que este tipo prefiere las constantes posibilidades a cualquier tipo de
circunstancia estable y estática. Se puede contradecir a sí mismo con tal de
buscar aquello que intuye. No se le puede convencer porque el pensamiento y el sentimiento
están más indiferenciados, y por eso mismo posee su propia moral fiel a sus
visiones.
Si se
unilateraliza comienza a fundirse con su objeto intuido. Vive una existencia
fragmentada, sin nunca concretar. El inconsciente se opone al hacer que el
pensar y sentir reprimidos y arcaicos salgan en proyecciones reales y
concretas, con lo que cae en una vinculación obsesiva con los objetos.
Intuitivo
Introvertido
“La intuición
introvertida incorpora, mediante la percepción de los procesos internos, ciertos
datos que pueden ser de importancia relevante para la concepción del acontecer
universal” (Jung, 1978, p.472) Es por esto que pueden prever nuevas
posibilidades o acontecimientos. La función sensorial extravertida inconsciente
intenta darle un cable a tierra, compensando desde el inconsciente. Cuando el
individuo se identifica con su visión, unilateralizándose, y va más allá de lo
estético perceptivo de las imágenes, su vida se empieza a basar en algo que
está adaptado a lo interno pero completamente inadaptado a la realidad, con lo
que pierde eficacia y es incomprendido. Aquí “surgen sensaciones obsesivas
dotadas de una desmesurada ligazón al objeto”. (Idem, p.475) por parte de la
oposición del inconsciente.
Función
principal, auxiliar (secundaria), terciaria y cuarta.
La
función principal, es la que posee el carácter de extroversión o introversión
en la consciencia. Las otras funciones menos diferenciadas, en cuanto más se
alejan de la conciencia más se posicionan compensatoriamente del lado opuesto de
esa actitud consciente. Para poder determinar a una función como principal, es
necesario que esta pueda estar bajo el uso voluntario de la persona para
atender a un hecho de la realidad interna o externa y que por ello determine la
actitud de la conciencia (Jung, 1978). De esta manera, “la primera función da
en ocasiones la impresión de formalidad, mientras que las segundas tienen en sí
algo de normal y patológico” (p. 409). Beebe (2010) al respecto comenta que si
bien la persona posee una función principal, está no es fácil de reconocer en
la psicoterapia, debido sobre todo, a que las funciones pueden ir cambiando,
puede rotar a partir de las necesidades que surjan en ese momento particular de
la historia del individuo, puesto que todos podemos hacer uso de las 8
diferentes configuraciones tipológicas, según sean estas necesidades.
La
ocupación y su disfrute (o la falta de éste) también aportan información sobre
el tipo; al igual que la historia familiar del paciente muchas veces revela
diferencias tipológicas que causas conflictos interpersonales y que podrían
haber influenciado en la conducta neurótica (Quenk&Quenk, 1984).
Por
su parte, la función secundaria, corresponde a una función que es “diferente,
pero no opuesta a la función principal” (Jung, 1978, p. 479), por lo cual
refiere el autor, si una persona tuviera como función principal el pensar,
difícilmente pudiera tener como función auxiliar o secundaria el sentir, en
tanto resulta difícil para el pensar tener demasiado cerca el sentir como una función
en la cual pudiera considerar como “confiable”, ya que la esencia del pensar
resulta ser muy diferente a la esencia del sentir. Así sucede también entre el
intuir y el percibir de la sensación. Al
respecto, Bebee (2010) refiere que cuando una de estas dos funciones no están
muy presentes, por ejemplo cuando un complejo se activa de manera importante y
se ha tomado la conciencia, estrechándola y produciendo una reducción en el
estado de alerta del nivel mental o abaissment du niveau mental, como lo llamaba
Jung, concepto adoptado desde Pierre Janet, en ese momento, es cuando emerge la
función “terciaria” e “inferior”. Esto implicaría según el autor, que estas
funciones terciarias emergen en tanto, el ego o el yo se encuentra dificultado
para poder mantener cohesionados los contenidos de la conciencia y el
inconsciente y los correspondientes complejos personales se toman la
conciencia. (Beebe, 2010; Quenk&Quenk, 1984; Jung, 1978; Dieckmann, 1991),
de esta misma manera, Dieckmann, (1991) comenta que para poder acceder a la
función inferior, esto debe hacerse a través de la función auxiliar, en tanto
esta se encuentra menos fijada en el inconsciente que la función inferior.
Entonces, cuando
esta emerge, la persona parece “fácilmente caracterizada como obsesiva,
ciclotímica, histérica o paranoide, creando un lazo obvio con la
psicopatología”. (Beebe, 2010, p. 7) lo cual es denominado como una
“falsificación” de la personalidad. Cuando los pacientes llegan a la terapia
“tomados” por este tipo de manifestaciones o cuando se dificulta mucho la labor
para poder determinar el tipo psicológico del paciente, es porque en algún
grado, la función primaria y auxiliar no están funcionando con un nivel de
conciencia adecuado.
Quenk&Quenk
(1984) comentan que dentro de la relación analítica, el poseer un conocimiento
profundo por parte del terapeuta de su propia tipología, especialmente de la
propia actitud consciente y función principal, puede ser de gran ayuda en el
establecimiento del vínculo terapéutico. Así también, si el terapeuta descuida
la tipología del propio paciente, puede no ser consciente de que su tipología
puede generar la constelación de contenidos inconscientes del paciente, que
genere que este se sienta demasiado amenazado.
Es por ello que,
“El
terapeuta debe ser capaz de poder rotar su tipología de forma que facilite la
comunicación y apreciación de la visión de mundo del paciente, reduciendo
significativamente la tensión durante las primeras sesiones, sobre todo si el
paciente es un neurótico severo” (Beebe, 2010, p. 23).
Conclusión
La psicología de los tipos desarrollada por
Jung, es una de las áreas más interesantes respecto a su contribución a la hora
de considerar los aportes de la psicología analítica en el entendimiento de los
procesos transferenciales de paciente y terapeuta. Hemos visto, como la
observación de estos factores objetivos y subjetivos dentro del campo de la
psicoterapia y la configuración de los tipos psicológicos en cada persona,
influye de manera directa en como una relación, un vínculo tanto dentro del
campo clínico, laboral o de nuestras relaciones cotidianas, juega un papel
significativo al momento de comprender porque suceden diversos fenómenos en el
campo relacional. Aún más, esto suma vital relevancia al momento de observar
los fenómenos implícitos dentro del campo transformativo en el área clínica, en
tanto manifiesta los efectos de la dialéctica ocurrida dentro de la psique,
como manifestación de la compensación entre el inconsciente y la conciencia, y
como a través de la observación del propio tipo se abre una puerta en el
entendimiento de como acceder al contenido inconsciente, pero a la vez, nos
advierte de los riesgos de pasar por alto estas consideraciones tipológicas y
como ello puede arruinar un campo de relación, tanto en el ámbito del análisis,
en la familia, en el matrimonio o entre amigos.
Finalmente quisiera mencionar y reflexionar en
torno a como nuestras actitudes
respecto a nosotros mismos y lo que creemos que es lo mejor para nosotros, esta
sesgada y restringida por nuestros propios temores y actitudes unilaterales de
una conciencia estrecha y limitada, con lo que creemos decir "así soy
yo" y no dejamos espacio para el desarrollo de nuevas actitudes y
potencialidades. He ahí la importancia de generar instancias en donde podamos
dejarle espacio al "Otro" dentro de nosotros, que conoce aquello que
nosotros mismos no somos capaces de ver pero que guarda grandes potencialidades
y posibilidades. Expresiones de arte, entendimiento de los sueños, mitología,
movimientos y trabajos corporales, y un sinnúmero de otras disciplinas
ayudarían a este contacto con nuestra "Otra" parte.
Bibliografía
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