Introducción

El blog tiene la intención de esparcir conocimiento en áreas como la psicología, espiritualidad y misticismo, la información tendrá como fuente autores relacionados con las temáticas anteriormente señaladas, ademas de mi propia autoria. La finalidad no es dar información o conocimiento que yá se conoce sino contribuir con el mismo según mi propio trabajo y reflexión ,por su misma naturaleza las palabras expresadas serán de un aliento hipotético, sin fin de absolutismos ni caracteres de verdades únicas.Que este blog contribuya no solo al autoconocimiento, sino a la reflexión de cada uno de los lectores, en planos tan altos como el espiritual hasta el tan cotidiano terrenal.

domingo, 15 de abril de 2018

Taller: Exploración mítico-simbólica de los arquetipos masculinos. Análisis junguiano de los arquetipos del Héroe, Padre-Rey y Viejo Sabio


INTRODUCCIÓN

Este taller busca que cada participante logre comprender la importancia del ánimus en el proceso de individuación de cada uno. Para esto trabajaremos con tres arquetipos centrales en nuestra psique: el Héroe, el Padre-Rey y el Viejo Sabio.

Para adentrarnos en estos arquetipos utilizaremos diversas estrategias lúdicas y vivenciales, acompañadas de historias míticas y cuentos tradicionales, además de una exposición teórica sobre el tema que abra un espacio de reflexión personal y grupal.

El taller está dirigidos a toda persona interesada en profundizar y conocer sobre arquetipos masculinos, no se requiere conocimientos previos.

CONTENIDOS

1.       El ánimus en el proceso de individuación
2.       Arquetipos masculinos
2.1.    Héroe
2.2.    Rey-Padre
2.3.    Viejo sabio

DIRIGEN

 Carolina Narea Rojas. Psicóloga Universidad Diego Portales
Magíster en Psicología Clínica mención Psicología Analítica Junguiana Universidad Adolfo Ibáñez
Postitulada en Psicodrama
Docente de Post-grado Universidad Alberto Hurtado
Miembro de la Sociedad Chilena de Psicología Analítica

Diego Cifuentes. Psicólogo Clínico U. del Pacífico.
Magíster en Psicología Clínica mención Psicología Analítica Junguiana Universidad Mayor.
Postitulado en Psicodrama.
Docente Postítulo de psicodrama (CEP) unidad psicodrama individuativo.
Miembro de la Sociedad Chilena de Psicología Analítica.

DURACIÓN

Sábado 2 de Junio de 2018
Horario: 10:00 a 18:00 hrs. (almuerzo de 13:30 a 15:00 hrs)

LUGAR

Espacio Indigo. San Juan de la Luz 4785. Ñuñoa

ARANCEL

El valor del taller es de 50.000 pesos público general.
Si vienes con un amigo/a o más personas tienen un valor preferencial de 45.000 pesos por persona.
Estudiantes de pre y posgrado, socios de la Sociedad Chilena de Psicología Analítica y ex alumnos del Magíster y del Diplomado de Psicología Analítica tienen un valor preferencial de 40.000 pesos.

INFORMACIONES E INSCRIPCIONES

Carolina Narea: +56 9 8845 77 68
E mail: caronarea@gmail.com
www.carolinanarea.com

Diego Cifuentes: +56 9 78095810
psico.dcifuentesr@gmail.com


jueves, 8 de junio de 2017

Las funciones tipológicas, comprendiendo su aporte a la práctica clínica.


Introducción

La psicoterapia es una relación humana especial, un espacio de encuentro profundo entre un paciente (s) y un terapeuta.  En esta relación cada cual tiene su lugar y un rol dentro de este lugar, del cual paciente y terapeuta  son investidos. 
 Lo que ocurre en este espacio adquiere el carácter de sagrado, porque el encuentro es entre dos totalidades, y por lo tanto participan  los yo conscientes y lo inconsciente;  movilizándose  fuerzas arquetípicas que participan del proceso  otorgándole  este carácter de sagrado.  Estas fuerzas son proyectadas al espacio terapéutico y a los integrantes del proceso: paciente y terapeuta.   De este modo ambos participan de un proceso que tiene una realidad por sí mismo, tiene sus propias reglas y ritmos.  El terapeuta debe estar despierto y atento a la realidad de este proceso para que pueda cumplir bien su papel, y no dejarse enredar en estas fuerzas inconscientes que se movilizan, o más bien aprender a estar consciente de estos enredos, y salirse a tiempo. 
Una de las actividades, y quizás la más importante que se realiza en este proceso es el de escuchar y ser escuchado.  El paciente viene a ser escuchado, el terapeuta se dispone a escuchar, aunque también el paciente escucha al terapeuta y éste es escuchado, en un proceso dinámico, dialéctico y profundo. 
Además podríamos agregar que la psicoterapia resulta ser, o al menos ese es el mayor intento, una modificación en la forma en que un individuo se posiciona con respecto a el enfrentamiento con su propia realidad, lo cual implica un contexto relacional, intersubjetivo, tanto con las personas como con los objetos con los cuales interactúa. Por ello cuando un individuo asiste a psicoterapia en mayor o menor grado es a raíz de una sensación, un sentimiento o una creencia sobre un aspecto de sí mismo que surge como incompatible con la situación con la que se enfrenta. En la vida cotidiana, nos vemos enfrentados a múltiples dificultades y nos hacemos con nuestras propias herramientas y capacidades para desenvolvernos, sin embargo parece ser que en ocasiones no contamos con las herramientas necesarias para desenvolvernos de forma adecuada y cuando esto sucede hay indicadores que nos muestran que ciertas decisiones no han sido las mas adecuadas y surgen síntomas físicos, psíquicos o relacionales que dan cuenta de una disrupción en la capacidad de desarrollo adecuado.
A lo largo de la historia la psicoterapia cumplía en sus inicios, una forma de descubrimiento de las enfermedades de las personas que no podían ser explicadas a través de disfuncionalidades orgánicas, por lo que se comienzan a hipotetizar causas psíquicas a estas disrupciones, con lo cual, la psicoterapia queda asociada a casos en donde la patología (abría que entrar a definir que era patológico en ese entonces y que no, sin embargo supondría una extensión mayor de lo que pretende este trabajo) era la indicación de algo anormal. Entonces la psicoterapia tenía la función de devolver al funcionamiento normal y adaptativo al contexto relacional cultural del individuo.
Hoy en día los límites entre la patología, lo normal de lo anormal se ha estrechado, generando un nuevo entendimiento acerca de lo que anteriormente se conocía como patológico. Hoy sabemos que lo común no es sinónimo de sanidad y esto a implicado para la psicoterapia un cambio profundo en la forma de contextualizar su utilidad, de hecho se ha expandido ya no solo como una forma de extirpar la enfermedad de los individuos, sino como el entendimiento del funcionamiento personal y como ello moviliza hacia la posibilidad de promover un desarrollo más expedito de la individualidad y colectividad.
Sin embargo gran parte de promover este cambio, profundización y autoconocimiento es a través del escuchar y el ser escuchado. La complejidad de lo que implica esto, tanto explicita como implícitamente ha sido una tarea que tanto desde el campo de lo biológico como desde el campo de las ciencias sociales se han ocupado a lo largo de los últimos años.
A partir de los postulados de Carl Jung, es que la psicoterapia pasa de ser una manera de buscar sanar la psicopatología, a una manera de poder conocer al ser humano en su totalidad, lo cual implica que ciertos comportamientos y manera de estar en el mundo, va a estar ligada particularmente a como se constituye en su individualidad, y que ciertas tendencias de su personalidad van a primar por sobre otras, lo cual puede generar ciertos conflictos en su relación con los otros y con el mundo, considerando que la particular configuración de su personalidad y lo que posteriormente él llamará su actitud y sus funciones psicológicas van a ir determinando, fijará de manera mas o menos estable la particularidad de interpretar su realidad tanto interna como externa.
La variabilidad y diversidad de formas en que se configuren estas funciones a saber el pensamiento, la intuición, la sensación y el sentimiento, y su correspondiente actitud psicológica ya sea introvertida o extrovertida, van a configurar el modo de vincularse con los otros. De ahí la complejidad de las relaciones humanas.
El comprender estas configuraciones entre las actitudes y funciones psicológicas, aparte de enriquecer de manera significativa la visión acerca de la complejidad de la personalidad humana, nos entrega una herramienta muy significativa al momento de comprender por ejemplo lo que sucede en la relación terapéutica entre transferencia y contratransferencia y además comprender como paciente y terapeuta se dirigen al mundo de una manera por completo diferente si sus funciones y actitudes fueran contrarias.
“La tipología por lo tanto es una teoría estructural que se emplea para hacer comprender las diferencias individuales así como para ayudarnos a comprender lo que él llamó las manifestaciones de la psiquis como una expresión del ser intrínseco” (Jung, 1936 en Quenk&Quenk, 1984, p.15)


Desde la perspectiva clínica, es la diferencia de los tipos y la dificultad para reconocer y apreciar estas diferencias la raíz del desarrollo de lo que conocemos como trastornos del carácter. “La importancia práctica de la tipología en el trabajo analítico se vuelve clara cuando un conflicto de tipo está sumergido por debajo del principio autorregulador de la psiquis” (Idem, p. 16).

Los tipos psicológicos

Como bien se sabe, Carl Jung, no solo se dedico al estudio de la psiquiatría y psicología, sino además, dentro de sus intereses encontró gran similitud entre sus postulados, con ciertas prácticas y filosofías que no entraban en el campo de la psiquiatría, sino mas bien, correspondía a ciertas actividades a las cuales se dedicaba el hombre en la antigua edad media. Así por ejemplo encontró similitudes observando el campo de lo inconsciente, que ciertos símbolos que aparecían en sus pacientes durante el análisis, presentaban grandes similitudes y alusiones a lo que ya habían planteado otros autores dentro del campo de la alquimia medieval. Y así como Jung se interiorizó en la actividad de esos hombres, fue relacionando su propia psicología con los planteamientos de esa filosofía referente a como era considerada la constitución del ser humano, a partir del entendimiento de su carácter y temperamento. Encontramos entre estos planteamientos, la visión del ser humano constituido por cuatro sustancias básicas, que determinan según su distribución y grado en que se presentan en el ser humano, el temperamento y carácter de cada cual. Estos elementos correspondientes al fuego, agua, tierra y aire, también tienen su correspondencia a nivel anímico en nosotros. Es lo que C. G. Jung utilizo para definir las cuatro funciones de la psique, 2 racionales y 2 irracionales. Así el fuego y la tierra mantendrían una relación irracional con respecto a la conciencia de la intuición y la sensación. Por otra parte, el agua y el aire, es decir la función del sentimiento y el pensamiento, serían las dos funciones racionales de la psique. La conjugación más o menos congruente de estas 4 funciones mantendría en equilibrio a la totalidad de la psique, sin embargo, por disposiciones naturales en el temperamento del sujeto y determinaciones por eventualidades de la propia historia, ciertas funciones comienzan a desarrollarse distintas unas de otras. Esto genera que la psique se mantenga en cierto sentido escindida, con ciertas funciones (sean racionales y/o irracionales) de cierta manera sepultada en lo inconsciente y así no podemos acceder a ellas de manera voluntaria, pues se manifiestan de manera autónoma en ciertos momentos.
Por el contrario aquellas funciones que quedaron más cerca de la conciencia, se utilizan para percibir la realidad que nos rodea, sea interna o externa. Así la realidad es percibida desde este punto de vista, teñida por estas funciones que mantenemos más desarrolladas o más accesible son para la conciencia o en otras palabras, funciones que la conciencia utiliza mayormente para poder dirigirse y acceder a la realidad.
Las funciones racionales del pensamiento y el sentimiento son denominadas racionales "porque están caracterizados por la primacía de funciones de juzgar racionalmente" (Jung, 1978, p. 429)  y por otra parte, las funciones irracionales de la intuición y sensación, se caracterizan por obtener información ya sea de un medio interno o externo a partir del contacto con lo inconsciente, es por ello, que su visión es principalmente hacia dentro, preocupado de lo que el organismo y su subjetividad les comunican y es por ello que "lo que acontece dentro es tan cautivador y de un atractivo tan inagotable, que estos tipos no notan que lo que ellos comunican de eso al entorno contiene por lo regular poquísimo de aquello que viven en sí mismos como ligado a ello" (Jung, 1978, p. 476)
Estas funciones racionales e irracionales de la psique se mantendrían en cierta oposición, de manera que funciones irracionales serían compensatorias con respecto a las racionales. Así si la persona se dirige al mundo más desde el pensamiento, en su opuesto inconsciente, se constelaría el sentimiento y así sucede también con la sensación y la intuición (Beebe, 2010)
Estas cuatro funciones son todas necesarias en la vida del individuo y si alguna se subvalora con respecto a las otras, entonces además de perder múltiples posibilidades, el individuo deja alienado una parte de sí mismo, cuartando la posibilidad de poder adquirir información de la realidad tanto interna como externa. Tal cual como aquel cuento de los monjes que con sus ojos cerrados intentaban descubrir aquello que acariciaban, cada uno tocan una parte distinta del elefante, creyendo por si mismos saber que solo era una pierna, o una oreja o una trompa, sin poder percibir la totalidad del animal.
De ahí la importancia de poder desarrollar cada una de estas funciones, solo así nos garantizamos poder percibir la realidad de una manera más totalitaria. Aunque si bien es cierto que estas van rotando, es decir,  en cada etapa del ciclo vital prima una función mas que las otras, posibilitando de mejor forma la adaptación al mundo externo y a las exigencias interiores que cada etapa exige de la persona.
De manera resumida, la sensación nos dice que algo hay, el sentimiento si esto es algo bueno o malo, el pensamiento nos dice que es lo que es y la intuición más o menos hacia donde se dirige, a donde apunta.

Las actitudes psicológicas.

La Introversión.

Lo que caracteriza a esta función, es que la energía psíquica, también denominada como libido, está dirigida hacia dentro (Von Franz, 1971). La energía del individuo se sustrae, más bien, es recogida y los objetos externos no resultan ser lugar de importancia en donde se deba depositar la atención, ya que esta se encuentra dirigida hacia la propia subjetividad y hacia el interior del sujeto. Al respecto, Jung (1978) nos menciona que “la conciencia introvertida ve, desde luego, las condiciones externas, pero escoge como decisiva la determinante subjetiva” (p. 445).
Los riesgos, es que frente a la adaptación al mundo externo, el introvertido vea amenazada su singularidad y mismidad, en cuanto percibe, que alejarse demasiado de sí mismo, puede resultar en ocasiones una pérdida de su yo, que está más atento a sus imágenes y sensaciones internas que a aquello que le provocan los objetos externos. Desde este punto de vista, la introversión genera que la mirada no esté puesta tanto fuera, que indudablemente lo en grado necesario como para poder adaptarse a los requerimientos que el mundo exterior deposita sobre el individuo. Sin embargo, ya que el introvertido vive “hacia dentro”, la necesidad de atender a los estímulos exteriores y cumplir con las demandas, implican un cansancio, que al contrario para el extrovertido, resulta ser energizante y recuperativo, mientras que el introvertido, requiere de un espacio donde pueda volver a la tranquilidad de su intimidad. Al comienzo, la introversión era considerada desde un juicio extrovertido, mayormente valorado por los tiempos de hoy, una mera dificultad de la personalidad por desarrollarse, y atender demasiado a los juicios subjetivos, era considerado de poco valor (Jung, 1978).
El riesgo de la actitud demasiado unilateralizada en la introversión, pudiera egoicamente caer en el riesgo, de identificar todos los contenidos colectivos con sigo mismo, pudiendo caer en una identificación con el Self, por lo que el inconsciente compensaría aumentando la influencia del objeto y por ende, disminuyendo la fuerza del yo.



La extroversión

En el caso de la extroversión, el individuo deposita su energía en los objetos externos (Von Franz, 1971), lo que pudiera traducirse en un comportamiento mayormente expansivo, afirmando la importancia que este tiene hacia el objeto externo. Debido a ello, a diferencia de la persona introvertida, el extrovertido, tiene una mayor necesidad de influir en el otro y a la vez de ser influido, es decir, “se orienta por los hechos externos dados” (Jung, 1978, p. 401) guiándose y actuando a partir de las personas, cosas, hechos e ideas externas.
“Cuando lo preponderante es orientarse por el objeto y por los datos objetivos,  de suerte que las decisiones y acciones más frecuentes y principales no son condicionadas por opiniones subjetivas, sino por circunstancias objetivas, hablamos de actitud extravertida” (idem).

Como la energía del extrovertido está volcada hacia fuera, a los objetos y en la relación con estos, el poder mantenerse en contacto con los otros fuera de él, posibilita que la energía tenga un canal a través de donde expresarse, necesidad vital para el extrovertido, en cuanto a través del mantenimiento del contacto con los otros, se despliega y “recarga” sus energías, el introvertido ve su energía desvanecerse frente al contacto muy continuo con los otros. Por ende, el mundo interno para el extrovertido no requiere de mucha atención, y la opinión subjetiva respecto a lo que sucede sobre cierta temática involucra un esfuerzo mayor para su conciencia, orientada hacia el mundo exterior.
Cuando la conciencia se unilateraliza demasiado en aquella actitud, el individuo puede identificarse demasiado con el objeto, y en ello puede perderse a sí mismo. El inconsciente reacciona, como sabemos, de manera compensatoria respecto a la conciencia, por lo que en este caso, el inconsciente comienza a prestar demasiada atención respecto a los detalles, forzando al ego que pueda centrarse en los aspectos subjetivos de las situaciones. Esta actitud genera que la conciencia adopte “una actitud, primitiva, infantil y egoísta” (Jung, 1978, p. 406). Las afecciones nerviosas en estos sujetos son muy comunes, obligando a la conciencia a girar la atención hacia sus aspectos más subjetivos a considerar por el síntoma.




 Funciones psicológicas.
Pensamiento extrovertido

Como dijimos en un comienzo, la función psicológica del pensamiento, como función racional, está dirigida a poder definir lo que es un objeto o que no es. De esta manera el pensamiento otorga la capacidad de definir y discernir. Este tipo va a “poner toda su exteriorización vital bajo la dependencia de conclusiones intelectuales, las cuales se orientan siempre en última instancia por datos objetivos, esto es, o bien por hechos objetivos, o bien por ideas de validez universal” (Jung, 1978, p. 415). Todo lo que calza con el esquema es aceptado, todo lo demás es rechazado. Puede cumplir un gran rol social, pero se torna más negativo cuando se rigidiza en su esquema, y oprime todo lo que no entiende. El inconsciente se opone a la consciencia y proyecta los sentimientos arcaicos. Así, las formulas se convierten en religión y dogma (carácter colectivo).

Pensamiento introvertido

“El pensar introvertido se orienta ante todo por el factor subjetivo. El factor subjetivo está representado al menos por un sentimiento subjetivo de orientación, que determina en última instancia los juicios” (Jung, 1978, p. 451).
El pensamiento puede transitar por el objeto, pero siempre ha de regresar al sujeto. Lo principal no son los hechos, sino las ideas subjetivas y las imágenes simbólicas a las que llega. Es así como puede “producir aquella idea que no estaba en los hechos externos y que es, sin embargo, su expresión más adecuada, su expresión abstracta” (Jung, 1978, p.452). Deja al objeto en segundo plano, suele ignorarlos y enfocarse más en las imágenes fantásticas que proceden de su subjetividad.  Se enfoca en la “representación de lo irrepresentable” (Jung, 1978, p. 453). Por eso, a veces se pierde en el factor subjetivo, y se aleja de la experiencia y la verdad práctica para la vida. Si se unilateraliza “Comienza a confundir su verdad subjetiva con su persona” (Jung, 1978, p. 457) rechaza por completo al objeto. Necesita sentirse superior al objeto, pero en la vida externa le cuesta conectar sus ideas y cada vez se aleja más, volviéndose rígido e inflexible.

Sentimiento Extravertido

“En la actitud extravertida el sentir se orienta hacia los datos objetivos, esto es, el objeto es la ineludible determinante del modo de sentir. El sentir se encuentra en concordancia con valores objetivos” (Jung, 1978, p.424). Estos valores objetivos corresponden a valores tradicionales y valores universalmente válidos. También se incluyen las modas y todo lo socialmente aceptado. De esta manera cuando el objeto asimila a la persona, se pierde el carácter personal. Disociación contradictoria del sentir: “Este se apodera de cualquier objeto con valoraciones sentimentales, y se establecen numerosas relaciones que internamente se contradicen entre sí” (Jung, 1978, p. 425-426).

Sentimiento Introvertido

En apariencia son calmados, incomprensibles, incluso fríos o insensibles. (Debido a que se apartan sentimentalmente del objeto externo; todos los sentimientos que provienen del objeto son enfriados, intentando establecer la superioridad frente a él). Por esto resulta “fácil que un juicio superficial le niegue todo sentimiento. Pero es radicalmente falso, por cuanto los sentimientos no son, desde luego, extensivos, pero sí intensivos. Se desarrollan en profundidad” (Jung, 1978, p.461). Cada impresión subjetiva que cautiva es seguida en profundidad. (ese poder cautivador que proviene de lo inconsciente). Se unilateralizan al confundir, al igual que el tipo pensamiento introvertido, a su yo con el creador de estas imágenes, provocando también una identificación con el self.  El inconsciente se opone con el pensamiento que se proyecta en los objetos “Con ello el sujeto vuelto egocéntrico llega a sentir el poder y el significado del objeto desvalorado” (Jung, 1978, p. 463).

Sensación extrovertido

En este tipo, “no se excluye ni se reprime nada de la sensación del objeto (a excepción de la parte subjetiva” (Jung, 1978, p.432). Prevalece la experiencia. Todas las sensaciones guían a nuevas sensaciones. “Su intención mira al goce concreto, y eso mismo hace su moralidad” (Jung, 1978, p.434). Sin embargo, la limitación que desaparece en él se transforma en una compensación por parte de la intuición, y el objeto comienza a adquirir aspectos irreales, lejos de su objetividad. Mientras más desaparece el sujeto detrás de la sensación, más violento se torna el objeto, que se carga con proyecciones inconscientes. El inconsciente se opone provocando que caiga en una irrealidad patológica.

Sensación introvertida

“La sensación introvertida capta más los trasfondos del mundo psíquico que su superficie” (Jung, 1978, p. 466). En apariencia es tranquilo (por su falta de referencia al objeto). Es difícil reconocerlo a menos que tenga medios para expresar esta vivencia. Puede que comience a desvalorar al objeto, llevando a una concepción ilusoria de la realidad. Su consciencia se orienta hacia la realidad arcaica, moviéndose en un mundo mitológico sin percatarse de ello. Cuando se unilateraliza choca o, con la realidad (encontrándola insípida, innecesaria) o choca con sus propias fantasías). El inconsciente “se opone obsesivamente al individuo y desencadena visiones obsesivas de la especie más repugnante sobre el objeto” (Jung, 1978, p. 470)

Intuitivo Extravertido

El autor, refiere que este tipo prefiere las constantes posibilidades a cualquier tipo de circunstancia estable y estática. Se puede contradecir a sí mismo con tal de buscar aquello que intuye. No se le puede convencer porque el pensamiento y el sentimiento están más indiferenciados, y por eso mismo posee su propia moral fiel a sus visiones.
Si se unilateraliza comienza a fundirse con su objeto intuido. Vive una existencia fragmentada, sin nunca concretar. El inconsciente se opone al hacer que el pensar y sentir reprimidos y arcaicos salgan en proyecciones reales y concretas, con lo que cae en una vinculación obsesiva con los objetos.

Intuitivo Introvertido

“La intuición introvertida incorpora, mediante la percepción de los procesos internos, ciertos datos que pueden ser de importancia relevante para la concepción del acontecer universal” (Jung, 1978, p.472) Es por esto que pueden prever nuevas posibilidades o acontecimientos. La función sensorial extravertida inconsciente intenta darle un cable a tierra, compensando desde el inconsciente. Cuando el individuo se identifica con su visión, unilateralizándose, y va más allá de lo estético perceptivo de las imágenes, su vida se empieza a basar en algo que está adaptado a lo interno pero completamente inadaptado a la realidad, con lo que pierde eficacia y es incomprendido. Aquí “surgen sensaciones obsesivas dotadas de una desmesurada ligazón al objeto”. (Idem, p.475) por parte de la oposición del inconsciente.

Función principal, auxiliar (secundaria), terciaria y cuarta.

La función principal, es la que posee el carácter de extroversión o introversión en la consciencia. Las otras funciones menos diferenciadas, en cuanto más se alejan de la conciencia más se posicionan compensatoriamente del lado opuesto de esa actitud consciente. Para poder determinar a una función como principal, es necesario que esta pueda estar bajo el uso voluntario de la persona para atender a un hecho de la realidad interna o externa y que por ello determine la actitud de la conciencia (Jung, 1978). De esta manera, “la primera función da en ocasiones la impresión de formalidad, mientras que las segundas tienen en sí algo de normal y patológico” (p. 409). Beebe (2010) al respecto comenta que si bien la persona posee una función principal, está no es fácil de reconocer en la psicoterapia, debido sobre todo, a que las funciones pueden ir cambiando, puede rotar a partir de las necesidades que surjan en ese momento particular de la historia del individuo, puesto que todos podemos hacer uso de las 8 diferentes configuraciones tipológicas, según sean estas necesidades.
La ocupación y su disfrute (o la falta de éste) también aportan información sobre el tipo; al igual que la historia familiar del paciente muchas veces revela diferencias tipológicas que causas conflictos interpersonales y que podrían haber influenciado en la conducta neurótica (Quenk&Quenk, 1984).

Por su parte, la función secundaria, corresponde a una función que es “diferente, pero no opuesta a la función principal” (Jung, 1978, p. 479), por lo cual refiere el autor, si una persona tuviera como función principal el pensar, difícilmente pudiera tener como función auxiliar o secundaria el sentir, en tanto resulta difícil para el pensar tener demasiado cerca el sentir como una función en la cual pudiera considerar como “confiable”, ya que la esencia del pensar resulta ser muy diferente a la esencia del sentir. Así sucede también entre el intuir y el  percibir de la sensación. Al respecto, Bebee (2010) refiere que cuando una de estas dos funciones no están muy presentes, por ejemplo cuando un complejo se activa de manera importante y se ha tomado la conciencia, estrechándola y produciendo una reducción en el estado de alerta del nivel mental o  abaissment du niveau mental, como lo llamaba Jung, concepto adoptado desde Pierre Janet, en ese momento, es cuando emerge la función “terciaria” e “inferior”. Esto implicaría según el autor, que estas funciones terciarias emergen en tanto, el ego o el yo se encuentra dificultado para poder mantener cohesionados los contenidos de la conciencia y el inconsciente y los correspondientes complejos personales se toman la conciencia. (Beebe, 2010; Quenk&Quenk, 1984; Jung, 1978; Dieckmann, 1991), de esta misma manera, Dieckmann, (1991) comenta que para poder acceder a la función inferior, esto debe hacerse a través de la función auxiliar, en tanto esta se encuentra menos fijada en el inconsciente que la función inferior.
Entonces, cuando esta emerge, la persona parece “fácilmente caracterizada como obsesiva, ciclotímica, histérica o paranoide, creando un lazo obvio con la psicopatología”. (Beebe, 2010, p. 7) lo cual es denominado como una “falsificación” de la personalidad. Cuando los pacientes llegan a la terapia “tomados” por este tipo de manifestaciones o cuando se dificulta mucho la labor para poder determinar el tipo psicológico del paciente, es porque en algún grado, la función primaria y auxiliar no están funcionando con un nivel de conciencia adecuado.

Quenk&Quenk (1984) comentan que dentro de la relación analítica, el poseer un conocimiento profundo por parte del terapeuta de su propia tipología, especialmente de la propia actitud consciente y función principal, puede ser de gran ayuda en el establecimiento del vínculo terapéutico. Así también, si el terapeuta descuida la tipología del propio paciente, puede no ser consciente de que su tipología puede generar la constelación de contenidos inconscientes del paciente, que genere que este se sienta demasiado amenazado.
Es por ello que,
“El terapeuta debe ser capaz de poder rotar su tipología de forma que facilite la comunicación y apreciación de la visión de mundo del paciente, reduciendo significativamente la tensión durante las primeras sesiones, sobre todo si el paciente es un neurótico severo” (Beebe, 2010, p. 23).

Conclusión

La psicología de los tipos desarrollada por Jung, es una de las áreas más interesantes respecto a su contribución a la hora de considerar los aportes de la psicología analítica en el entendimiento de los procesos transferenciales de paciente y terapeuta. Hemos visto, como la observación de estos factores objetivos y subjetivos dentro del campo de la psicoterapia y la configuración de los tipos psicológicos en cada persona, influye de manera directa en como una relación, un vínculo tanto dentro del campo clínico, laboral o de nuestras relaciones cotidianas, juega un papel significativo al momento de comprender porque suceden diversos fenómenos en el campo relacional. Aún más, esto suma vital relevancia al momento de observar los fenómenos implícitos dentro del campo transformativo en el área clínica, en tanto manifiesta los efectos de la dialéctica ocurrida dentro de la psique, como manifestación de la compensación entre el inconsciente y la conciencia, y como a través de la observación del propio tipo se abre una puerta en el entendimiento de como acceder al contenido inconsciente, pero a la vez, nos advierte de los riesgos de pasar por alto estas consideraciones tipológicas y como ello puede arruinar un campo de relación, tanto en el ámbito del análisis, en la familia, en el matrimonio o entre amigos.

Finalmente quisiera mencionar y reflexionar en torno a como nuestras actitudes respecto a nosotros mismos y lo que creemos que es lo mejor para nosotros, esta sesgada y restringida por nuestros propios temores y actitudes unilaterales de una conciencia estrecha y limitada, con lo que creemos decir "así soy yo" y no dejamos espacio para el desarrollo de nuevas actitudes y potencialidades. He ahí la importancia de generar instancias en donde podamos dejarle espacio al "Otro" dentro de nosotros, que conoce aquello que nosotros mismos no somos capaces de ver pero que guarda grandes potencialidades y posibilidades. Expresiones de arte, entendimiento de los sueños, mitología, movimientos y trabajos corporales, y un sinnúmero de otras disciplinas ayudarían a este contacto con nuestra "Otra" parte.


Bibliografía

- Beebe (2010) The recognition of psychologiclal type En M. Stein (Ed.) Junguian
psychoanalysis. Illinois: Open Court.

- Briggs Myers, I. McCaulley, M. Quenk, N. Hammer, A. (2009) Uses of Type in
Counselling and Psychotherapy (Cap.10). En MBTI® Manual. Third edition (pp. 223-251);
Mountain View California, CPP. Inc. Traducción

- Dieckmann, H ( 1991). Psychological Types in the Methodology of Analysis. En Methods
in Analytical Psychology. Illinois: Chiron Publications. Traducción

- Jung, C.G. (1978) Descripción General de Los Tipos. Cap. X. En Tipos Psicológicos.
Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

- Quenk, A. & Quenk, l. (1984) The Use of Psychological Types in Analysis. En M. Stein (Ed.), Jungian Analysis (pp.157-172) M. Ed. London: Shambala. Traducción

- Lambert, K. (1974) The Personality of the Analyst in Interpretation and Therapy. En M. Fordham & R. Gordon (Ed.), Technique in Jungian Analysis. London: William Heinemann
Medical Books Ltda. Traducción.

- Von Franz, M. L (1971). The Inferior Function; Cap1 : A general caracterization of the
inferior function y Cap IV The Role of the Inferior Function in Psychic Development . En
Lectures on Jung´s Typology Dallas: Spring Publications.

jueves, 30 de junio de 2016

Continuación: El cuerpo como lugar de encuentro entre psicodrama y psicología analítica.



Sassenfeld (2010) respecto a las contribuciones que Jung hace al campo del cuerpo dentro de la psicoterapia, menciona que el trabajo con una imagen psíquica fomenta la integración entre la conciencia y lo inconsciente y que además no se puede hacer una separación radical entre cuerpo y psique y que si esto es realizado, “se hace al servicio de una mejor comprensión” (Jung, 1988, en Sassenfeld, 2010, p. 132). Si tomamos en cuenta estas consideraciones en la relación conciencia, inconsciente, imagen psíquica, podemos entrever que tanto en el método psicodramático como en la psicología analítica, la separación cuerpo, psique y emoción, solo es arbitraria, en cuanto si se desea comprender lo inconsciente, es adecuado entender la expresión de este también a través de la expresión corporal.
Siguiendo a Sassenfeld (2010), destaca que para la psicología analítica es de suma relevancia ayudar a la conciencia a tomar contacto con lo inconsciente, en este sentido, menciona que en la actualidad son muchos los psicoterapeutas que han encontrado en el cuerpo una vía regia para entrar en contacto con el inconsciente personal de los pacientes y de esta manera, trabajar con la elaboración de la sombra. Redfearn (1998, en Sassenfeld, 2010) hace hincapié en que el poder restablecer la conexión entre el yo y una parte o función del cuerpo, implicaría la restitución de la cohesión del self, y además en este sentido, el lenguaje expresivo del cuerpo da cuenta a la vez de una expresión del self.
Ahora bien, considerando lo anterior, resulta interesante comprender que si el self también se expresa a nivel psíquico a través de imágenes, lo que menciona Matoso (2008) adopta suma relevancia al mencionar que estas imágenes, al personificarlas y dramatizarlas, permiten comprenderlas, darles un sentido, y que es así como ello va dando forma, estructura y lenguaje a estas expresiones inconscientes.
Siguiendo a la autora, menciona que esta

Posibilidad de corporizar los personajes que nos habitan permite, por la magia de la representación, desalojarlos de sus escondites en el cuerpo y verlos en escena, solos o interactuando, sufriendo o riéndose, adquiriendo identidad propia. Este “desalojo” pone de manifiesto las relaciones con el propio cuerpo, las características vinculares de ciertas zonas y los matices y energías que adquieren (p. 78).

Estas formas o imágenes autónomas que surgen de la psique inconsciente y que traen aparejados conflictos de la psique personal o más específicamente de los complejos, y que encontramos “adheridos” al cuerpo, es justamente lo que emerge en la dramatización (Fernández, 2013). Jung (2002) refiere que es la sombra la que aparece proyectada en personas adecuadas, o muchas veces también personificada como tal en los sueños.
Lo que comenta el autor respecto a la proyección en tanto complejos asociados a imágenes sombrías y a la tendencia del inconsciente a personificar, es lo que Matoso (2008) en otras palabras menciona como escenas alojadas en el cuerpo, de ahí que este sea conceptualizado en el cuerpo como territorio escénico.
Estrechamente ligada a esta concepción se encuentra el fundamento que instaura al psicodrama como una psicoterapia de acción, pues a diferencia de otras metodologías de psicoterapia, la dramatización in situ de los conflictos trae inevitablemente la dimensión corporal al espacio del tratamiento. Este cuerpo como escena, permite que múltiples vivencias se registren a nivel físico, vivencias que la resistencia psíquica de la mente incluso ha podido reprimir pero que el cuerpo en su lenguaje particular busca expresar. Esto sostiene gran parte de las técnicas de acción del psicodrama, las cuales apelan al encuentro de un camino a través de menos resistencia a la aparición de una carga afectiva, que permita generar una catarsis en pro de la integración de la persona sufriente, lo que en psicología analítica se busca es justamente dar expresión de manera espontánea a la psique, promoviendo la creación de posibilidades mayores, ampliando el campo experiencial del paciente, lo que en otras palabras se traduce en promover un mayor diálogo entre el ego consciente y lo inconsciente.
Ahora bien, si lo central del trabajo con el cuerpo como método de expresión de lo inconsciente trae aparejada el concepto de la personificación, y por lo tanto previo a la personificación, es el concepto de imagen, se hace necesario para poder comprender este concepto entenderlo a partir de lo que Schilder (Farah, 2008; Matoso, 2010) describe como imagen tridimensional de nuestro cuerpo, creada por nuestra mente, “el modo en que nuestro cuerpo se presenta para nosotros” (Schilder, 1981, en Farah, 2008, p. 56) y a través del cual se distinguen todos los cambios que se presentan a través del cuerpo antes de que ingresen a la conciencia. Dentro de ello caben todas las percepciones visuales, cambios cenestésicos, kinestésicos, intero y exteroceptivos. En este sentido, esto correspondería a lo que Sassenfeld (2010) menciona como propio de aquello que se pone en juego en la comunicación no-verbal, específicamente de inicio temprano en las primeras etapas del desarrollo infantil, y por ende relacionado con las primeras etapas del vínculo primario con el cuidador. Siguiendo estos planteamientos, lo que está puesto en juego en el desarrollo de la imagen corporal y por ende en las representaciones psíquicas tanto conscientes como inconscientes, son lo que las neurociencias mencionan como los aspectos explícitos e implícitos del self (Schore, 2008). Este esfuerzo por parte de las neurociencias de conocer donde se encuentra lo inconsciente en el cerebro humano, plantea la idea de que el cerebro derecho que se desarrolla tempranamente, estaría encargado de alojar al self implícito. Al respecto, Schore, (2008) menciona que el self implícito inconsciente se va formando de manera muy temprana a través del ciclo vital y que este opera de manera cualitativamente distinta al self explicito consciente, el cual se forma con posterioridad.
El psiquiatra Simón Guendelman (2013) refiere que los efectos del trauma, tienen directa relación con modificaciones específicas del hemisferio derecho del cerebro. Esto se deberá a que en la etapa de la primera infancia, específicamente antes de los 3 años, estas estructuras se encuentran inmaduras, para ser influidas principalmente por la relación social y que además, estas estructuras están directamente asociadas a la regulación afectiva y el procesamiento de las emociones. Por lo tanto la relación (apego) madre e hijo será fundamental en el desarrollo del hemisferio derecho del niño, determinando a su vez la calidad de la relación. Además el autor menciona que es justamente en este hemisferio cerebral donde se regulan los ciclos circadianos, y que antes de los 3 años están aún en estado de maduración la corteza órbito frontal y la mielinización del cuerpo calloso, que permitiría la comunicación entre el hemisferio cerebral derecho (lo implícito) y el hemisferio izquierdo (lo explícito o racional). Considerando estos puntos, la disregulación del hemisferio derecho producida antes de los 3 años de edad producto de una ineficaz socialización en cuanto sistema de apego inestable establecería el principal mecanismo de apego traumático y subsecuente patogénesis.
Tomando en consideración estas implicancias del desarrollo del hemisferio cerebral derecho, relacionado con la percepción implícita o inconsciente y por ende de los patrones de relación afectiva y social, es que podemos comprender la importancia del trabajo con las imágenes psíquicas que emergen de lo inconsciente y por ende de lo crucial del papel que ocupa el cuerpo en la psicoterapia. Ahora mayor relevancia toma su lugar si la metodología del psicodrama, trabaja directamente sobre la intervención de este en las escenas personales y grupales.

Por último con respecto a la memoria corporal, Fonseca (1995) refiere que el psicodrama genera la activación de ambos hemisferios cerebrales, reviviendo las huellas Mnémicas, trayendo sus implicancias al presente, dando mayor movimiento al psiquismo y activando procesos mentales a través de la música, las imágenes, la imaginación, el color, la creatividad, el ritmo, entre otras actividades.

Referencias:
  • Farah, R. (2008) Integração psicofísica: o trabalho corporal e a psicologia de C.G.Jung. São Paulo: C.I.Editora.
  • Fernández, N. (2013) Psicodrama Arquetipal. Edit. Escuela venezolana de Psicodrama. Caracas, Venezuela.
  • Fonseca, E. (1995) “Psicodrama”, Revista da Sociedade Portuguesa de Psicodrama.
  • Guendelman, S. (2013) Neurobiología del trauma. Seminario teórico-clínico: Trauma relacional, corporalidad y vínculo terapéutico. Centro de estudios en psicoterapia relacional corporal: Santiago, Chile.
  • Jung, C.G. (2002) Conciencia, inconsciente e individuación, en Jung, C.G., Arquetipos e inconsciente colectivo, Madrid: Trotta, OC Vol. 9. Parte 1. 
  • Matoso, E. (2008) El Cuerpo, Territorio Escénico. Buenos Aires: Editorial Letra Viva.
  • Sassenfeld, A. (2010) El Lenguaje del Cuerpo como “Técnica Expresiva” en la Psicología Analítica. En M. Abalos (Ed.), Aportes en psicología clínica analítica junguiana (pp.129-143). Volumen III. Santiago de Chile: Universidad Adolfo Ibáñez.
  • Schore, A. (2008) “The right brain implicit self lies at the core of psychoanalysis", artículo a ser publicado en Psychoanalytic Dialogues. Traducción por A. Sassenfeld artículo a ser publicado en Psychoanalytic Dialogues. Traducción por A. Sassenfeld.

martes, 31 de mayo de 2016

Continuación: El cuerpo como lugar de encuentro entre la psicología analítica y psicodrama. Psicodrama y Transferencia.

Psicodrama y transferencia

*Imagen: Paul Klee

Desde estas consideraciones vamos viendo como el proceso en psicoterapia se complejiza más y el cambio abarca mayores dimensiones de las que creíamos posibles.
Respecto a las consideraciones que el psicodrama hace del fenómeno de la transferencia, no se aplica exclusivamente al vínculo terapéutico, y consecuente con el yo – tú de la filosofía del momento de Buber (Bello, 2000), no podríamos hablar de contratransferencia, ya que este término alude al efecto que el paciente ejerce sobre el terapeuta y que toda respuesta que el terapeuta manifieste es producto de la re-acción a los propios contenidos del paciente, esta omisión de la propia historia de quién está puesto en lugar del terapeuta, no es posible si seguimos los principios epistemológicos y filosóficos del psicodrama. Más bien, esta hace referencia a una concepción espacio temporal donde presente/pasado/futuro se estructuran en un continuo que no “es, fue y será” sino “está siendo” en el momento presente del aquí y ahora. Del mismo modo, la dimensión espacial contiene historias tanto del terapeuta como del paciente que emergen y se actualizan constantemente en dicho espacio del aquí y ahora (Rojas-Bermúdez, 1987). Desde este punto de vista para la terapéutica psicodramática no es relevante la linealidad de los hechos en tanto causa efecto, sino la circularidad como continuo temporal de un proceso, lo cual está en directa complementariedad en como Jung consideraba el abordaje de los fenómenos psíquicos, en tanto manifestaciones de lo inconsciente que no están sujetos al espacio-tiempo, no por ello dejando de lado la historicidad de los hechos biográficos personales.
Para dar respuesta al fenómeno transferencial surge el concepto de tele, que Moreno lo definió como la capacidad de percibir, de manera objetiva, lo que ocurre en las situaciones y lo que sucede entre las personas que en psicodrama hace referencia a la empatía recíproca, que conlleva aspectos compasivos, pero no necesariamente de simpatía. De esta manera, en la terapia psicodramática se busca el equilibrio entre el análisis de la transferencia y el tele y los contenidos contingentes (Reyes, 2007).
Según Bustos (1985), el cuerpo teórico básico del psicodrama es la sociometría, que en términos generales es una teoría de las relaciones interpersonales que se centra en la dinámica vincular de las personas,

Los seres humanos se vinculan a partir de tres signos básicos: el positivo, negativo y neutro. La coincidencia en un vínculo de dos signos de la misma denominación se llama mutualidad, la elección con dos signos diferentes, incongruencia (…) Todo vínculo se realiza a través de un rol con su rol complementario… Los roles se agrupan en conjuntos a través de similitud funcional que se denominan clúster (Bustos, 1985, p.17)

Íntimamente ligado a la dinámica vincular aparece el factor tele aludido anteriormente. Al respecto Bustos enuncia que el factor tele correspondería a toda transacción que se pudiese dar entre personas, y que de éste derivan dos caminos: el tele que aseguraría la correcta percepción recíproca al que da lugar el encuentro; y la percepción distorsionada del otro que daría lugar a la transferencia. Al respecto enuncia lo siguiente:

El indeseable aspecto transferencial del factor tele es, sin embargo, un importante indicador que conduce la terapia hacia donde es necesario dirigirla. Denuncia las figuras internas a los que los roles han quedado fijados. Es así que el vínculo terapéutico se asienta en el aspecto Télico de la comunicación. (Bustos, 1985, p.17)

Como ya se sabe, evolutivamente el ser humano se desarrolla a partir de un complementario primario del cual se hace necesario diferenciarse en busca de nuevos complementos. Mientras más roles complementarios y sanos logre ejercer un sujeto, mayor será su grado de salud.
Siguiendo esta idea, el factor tele y transferencia considerado en el paradigma psicodramático, impulsa a realizar paralelos entre los planteamientos de Jung respecto a los fenómenos posibles de emerger en el campo transformativo, ya que ambas teorías permiten profundizar en los fenómenos relacionales que se observan ya sea en una imaginación activa, en el trabajo con sueños, en una relación diádica como así también en una dramatización, ya sea de una escena de la historia biográfica, del trabajo con los sueños o de la amplificación dramática de un motivo colectivo como un mito, cuento, película, etc.

Desde esta perspectiva, pudiéramos hablar de un campo transformativo psicodramático. Y en este espacio el lenguaje es cognitivo, afectivo y corporal, es decir, una triada psicodramática, donde drama tiene un sentido de drama=acción, es poner la psique en movimiento, donde indudablemente no podremos dejar el cuerpo de lado.
En este sentido, Fernández (2013) menciona que,

La dramatización descompone como un prisma una multiplicidad de aspectos que se expresan en imágenes que configuran interpretaciones desde diferentes dimensiones: conceptuales, sensoriales, afectivas, emotivas, intuitivas, axiológicas. Es así como la evocación de las imágenes y su representación permite no solo la elaboración de las situaciones conflictivas, sino también la expresión de las posibilidades latentes (p. 33).

En este sentido, la triada psicodramática forma parte de un aspecto fundamental de la teoría Moreniana. Consiste en que el ser humano se constituye como tal a partir de tres dimensiones fundamentales, y si bien cada una de ellas opera desde mecanismos propios, no hay preponderancia de ninguna por sobre de las otros dos; es decir, mente, cuerpo y afectos ocupan un lugar igualmente trascendente y determinante en la estructura del sujeto.

Esto no significa que no haya distinción alguna respecto de las funciones que cumple cada dimensión, y de cierta forma el camino evolutivo del sujeto ya descrito anteriormente, además del logro de la autonomía, la adopción de roles sociales y la flexibilidad en los mismos, tendrá que ver con la capacidad de sentirse integrado, tanto en lo que ocurre a nivel mental, corporal y emocional. Estas incongruencias o congruencias que puedan aparecer en la relación con el terapeuta, emergen a modo de transferencia o tele.

Referencias:


  • Bello, M. (2000). Introducción al pensamiento de J.L Moreno. México: Editorial Colibrí.
  • Bustos, D. (1985). Nuevos Rumbos en Psicoterapia Psicodramática. Buenos Aires: Editorial Momento.
  • Fernández, N. (2013) Psicodrama Arquetipal. Edit. Escuela venezolana de Psicodrama. Caracas, Venezuela.
  • Rojas-Bermúdez, J. (1987) ¿Qué es el psicodrama? Buenos Aires: Editorial Paidós