Introducción

El blog tiene la intención de esparcir conocimiento en áreas como la psicología, espiritualidad y misticismo, la información tendrá como fuente autores relacionados con las temáticas anteriormente señaladas, ademas de mi propia autoria. La finalidad no es dar información o conocimiento que yá se conoce sino contribuir con el mismo según mi propio trabajo y reflexión ,por su misma naturaleza las palabras expresadas serán de un aliento hipotético, sin fin de absolutismos ni caracteres de verdades únicas.Que este blog contribuya no solo al autoconocimiento, sino a la reflexión de cada uno de los lectores, en planos tan altos como el espiritual hasta el tan cotidiano terrenal.

jueves, 30 de junio de 2016

Continuación: El cuerpo como lugar de encuentro entre psicodrama y psicología analítica.



Sassenfeld (2010) respecto a las contribuciones que Jung hace al campo del cuerpo dentro de la psicoterapia, menciona que el trabajo con una imagen psíquica fomenta la integración entre la conciencia y lo inconsciente y que además no se puede hacer una separación radical entre cuerpo y psique y que si esto es realizado, “se hace al servicio de una mejor comprensión” (Jung, 1988, en Sassenfeld, 2010, p. 132). Si tomamos en cuenta estas consideraciones en la relación conciencia, inconsciente, imagen psíquica, podemos entrever que tanto en el método psicodramático como en la psicología analítica, la separación cuerpo, psique y emoción, solo es arbitraria, en cuanto si se desea comprender lo inconsciente, es adecuado entender la expresión de este también a través de la expresión corporal.
Siguiendo a Sassenfeld (2010), destaca que para la psicología analítica es de suma relevancia ayudar a la conciencia a tomar contacto con lo inconsciente, en este sentido, menciona que en la actualidad son muchos los psicoterapeutas que han encontrado en el cuerpo una vía regia para entrar en contacto con el inconsciente personal de los pacientes y de esta manera, trabajar con la elaboración de la sombra. Redfearn (1998, en Sassenfeld, 2010) hace hincapié en que el poder restablecer la conexión entre el yo y una parte o función del cuerpo, implicaría la restitución de la cohesión del self, y además en este sentido, el lenguaje expresivo del cuerpo da cuenta a la vez de una expresión del self.
Ahora bien, considerando lo anterior, resulta interesante comprender que si el self también se expresa a nivel psíquico a través de imágenes, lo que menciona Matoso (2008) adopta suma relevancia al mencionar que estas imágenes, al personificarlas y dramatizarlas, permiten comprenderlas, darles un sentido, y que es así como ello va dando forma, estructura y lenguaje a estas expresiones inconscientes.
Siguiendo a la autora, menciona que esta

Posibilidad de corporizar los personajes que nos habitan permite, por la magia de la representación, desalojarlos de sus escondites en el cuerpo y verlos en escena, solos o interactuando, sufriendo o riéndose, adquiriendo identidad propia. Este “desalojo” pone de manifiesto las relaciones con el propio cuerpo, las características vinculares de ciertas zonas y los matices y energías que adquieren (p. 78).

Estas formas o imágenes autónomas que surgen de la psique inconsciente y que traen aparejados conflictos de la psique personal o más específicamente de los complejos, y que encontramos “adheridos” al cuerpo, es justamente lo que emerge en la dramatización (Fernández, 2013). Jung (2002) refiere que es la sombra la que aparece proyectada en personas adecuadas, o muchas veces también personificada como tal en los sueños.
Lo que comenta el autor respecto a la proyección en tanto complejos asociados a imágenes sombrías y a la tendencia del inconsciente a personificar, es lo que Matoso (2008) en otras palabras menciona como escenas alojadas en el cuerpo, de ahí que este sea conceptualizado en el cuerpo como territorio escénico.
Estrechamente ligada a esta concepción se encuentra el fundamento que instaura al psicodrama como una psicoterapia de acción, pues a diferencia de otras metodologías de psicoterapia, la dramatización in situ de los conflictos trae inevitablemente la dimensión corporal al espacio del tratamiento. Este cuerpo como escena, permite que múltiples vivencias se registren a nivel físico, vivencias que la resistencia psíquica de la mente incluso ha podido reprimir pero que el cuerpo en su lenguaje particular busca expresar. Esto sostiene gran parte de las técnicas de acción del psicodrama, las cuales apelan al encuentro de un camino a través de menos resistencia a la aparición de una carga afectiva, que permita generar una catarsis en pro de la integración de la persona sufriente, lo que en psicología analítica se busca es justamente dar expresión de manera espontánea a la psique, promoviendo la creación de posibilidades mayores, ampliando el campo experiencial del paciente, lo que en otras palabras se traduce en promover un mayor diálogo entre el ego consciente y lo inconsciente.
Ahora bien, si lo central del trabajo con el cuerpo como método de expresión de lo inconsciente trae aparejada el concepto de la personificación, y por lo tanto previo a la personificación, es el concepto de imagen, se hace necesario para poder comprender este concepto entenderlo a partir de lo que Schilder (Farah, 2008; Matoso, 2010) describe como imagen tridimensional de nuestro cuerpo, creada por nuestra mente, “el modo en que nuestro cuerpo se presenta para nosotros” (Schilder, 1981, en Farah, 2008, p. 56) y a través del cual se distinguen todos los cambios que se presentan a través del cuerpo antes de que ingresen a la conciencia. Dentro de ello caben todas las percepciones visuales, cambios cenestésicos, kinestésicos, intero y exteroceptivos. En este sentido, esto correspondería a lo que Sassenfeld (2010) menciona como propio de aquello que se pone en juego en la comunicación no-verbal, específicamente de inicio temprano en las primeras etapas del desarrollo infantil, y por ende relacionado con las primeras etapas del vínculo primario con el cuidador. Siguiendo estos planteamientos, lo que está puesto en juego en el desarrollo de la imagen corporal y por ende en las representaciones psíquicas tanto conscientes como inconscientes, son lo que las neurociencias mencionan como los aspectos explícitos e implícitos del self (Schore, 2008). Este esfuerzo por parte de las neurociencias de conocer donde se encuentra lo inconsciente en el cerebro humano, plantea la idea de que el cerebro derecho que se desarrolla tempranamente, estaría encargado de alojar al self implícito. Al respecto, Schore, (2008) menciona que el self implícito inconsciente se va formando de manera muy temprana a través del ciclo vital y que este opera de manera cualitativamente distinta al self explicito consciente, el cual se forma con posterioridad.
El psiquiatra Simón Guendelman (2013) refiere que los efectos del trauma, tienen directa relación con modificaciones específicas del hemisferio derecho del cerebro. Esto se deberá a que en la etapa de la primera infancia, específicamente antes de los 3 años, estas estructuras se encuentran inmaduras, para ser influidas principalmente por la relación social y que además, estas estructuras están directamente asociadas a la regulación afectiva y el procesamiento de las emociones. Por lo tanto la relación (apego) madre e hijo será fundamental en el desarrollo del hemisferio derecho del niño, determinando a su vez la calidad de la relación. Además el autor menciona que es justamente en este hemisferio cerebral donde se regulan los ciclos circadianos, y que antes de los 3 años están aún en estado de maduración la corteza órbito frontal y la mielinización del cuerpo calloso, que permitiría la comunicación entre el hemisferio cerebral derecho (lo implícito) y el hemisferio izquierdo (lo explícito o racional). Considerando estos puntos, la disregulación del hemisferio derecho producida antes de los 3 años de edad producto de una ineficaz socialización en cuanto sistema de apego inestable establecería el principal mecanismo de apego traumático y subsecuente patogénesis.
Tomando en consideración estas implicancias del desarrollo del hemisferio cerebral derecho, relacionado con la percepción implícita o inconsciente y por ende de los patrones de relación afectiva y social, es que podemos comprender la importancia del trabajo con las imágenes psíquicas que emergen de lo inconsciente y por ende de lo crucial del papel que ocupa el cuerpo en la psicoterapia. Ahora mayor relevancia toma su lugar si la metodología del psicodrama, trabaja directamente sobre la intervención de este en las escenas personales y grupales.

Por último con respecto a la memoria corporal, Fonseca (1995) refiere que el psicodrama genera la activación de ambos hemisferios cerebrales, reviviendo las huellas Mnémicas, trayendo sus implicancias al presente, dando mayor movimiento al psiquismo y activando procesos mentales a través de la música, las imágenes, la imaginación, el color, la creatividad, el ritmo, entre otras actividades.

Referencias:
  • Farah, R. (2008) Integração psicofísica: o trabalho corporal e a psicologia de C.G.Jung. São Paulo: C.I.Editora.
  • Fernández, N. (2013) Psicodrama Arquetipal. Edit. Escuela venezolana de Psicodrama. Caracas, Venezuela.
  • Fonseca, E. (1995) “Psicodrama”, Revista da Sociedade Portuguesa de Psicodrama.
  • Guendelman, S. (2013) Neurobiología del trauma. Seminario teórico-clínico: Trauma relacional, corporalidad y vínculo terapéutico. Centro de estudios en psicoterapia relacional corporal: Santiago, Chile.
  • Jung, C.G. (2002) Conciencia, inconsciente e individuación, en Jung, C.G., Arquetipos e inconsciente colectivo, Madrid: Trotta, OC Vol. 9. Parte 1. 
  • Matoso, E. (2008) El Cuerpo, Territorio Escénico. Buenos Aires: Editorial Letra Viva.
  • Sassenfeld, A. (2010) El Lenguaje del Cuerpo como “Técnica Expresiva” en la Psicología Analítica. En M. Abalos (Ed.), Aportes en psicología clínica analítica junguiana (pp.129-143). Volumen III. Santiago de Chile: Universidad Adolfo Ibáñez.
  • Schore, A. (2008) “The right brain implicit self lies at the core of psychoanalysis", artículo a ser publicado en Psychoanalytic Dialogues. Traducción por A. Sassenfeld artículo a ser publicado en Psychoanalytic Dialogues. Traducción por A. Sassenfeld.

martes, 31 de mayo de 2016

Continuación: El cuerpo como lugar de encuentro entre la psicología analítica y psicodrama. Psicodrama y Transferencia.

Psicodrama y transferencia

*Imagen: Paul Klee

Desde estas consideraciones vamos viendo como el proceso en psicoterapia se complejiza más y el cambio abarca mayores dimensiones de las que creíamos posibles.
Respecto a las consideraciones que el psicodrama hace del fenómeno de la transferencia, no se aplica exclusivamente al vínculo terapéutico, y consecuente con el yo – tú de la filosofía del momento de Buber (Bello, 2000), no podríamos hablar de contratransferencia, ya que este término alude al efecto que el paciente ejerce sobre el terapeuta y que toda respuesta que el terapeuta manifieste es producto de la re-acción a los propios contenidos del paciente, esta omisión de la propia historia de quién está puesto en lugar del terapeuta, no es posible si seguimos los principios epistemológicos y filosóficos del psicodrama. Más bien, esta hace referencia a una concepción espacio temporal donde presente/pasado/futuro se estructuran en un continuo que no “es, fue y será” sino “está siendo” en el momento presente del aquí y ahora. Del mismo modo, la dimensión espacial contiene historias tanto del terapeuta como del paciente que emergen y se actualizan constantemente en dicho espacio del aquí y ahora (Rojas-Bermúdez, 1987). Desde este punto de vista para la terapéutica psicodramática no es relevante la linealidad de los hechos en tanto causa efecto, sino la circularidad como continuo temporal de un proceso, lo cual está en directa complementariedad en como Jung consideraba el abordaje de los fenómenos psíquicos, en tanto manifestaciones de lo inconsciente que no están sujetos al espacio-tiempo, no por ello dejando de lado la historicidad de los hechos biográficos personales.
Para dar respuesta al fenómeno transferencial surge el concepto de tele, que Moreno lo definió como la capacidad de percibir, de manera objetiva, lo que ocurre en las situaciones y lo que sucede entre las personas que en psicodrama hace referencia a la empatía recíproca, que conlleva aspectos compasivos, pero no necesariamente de simpatía. De esta manera, en la terapia psicodramática se busca el equilibrio entre el análisis de la transferencia y el tele y los contenidos contingentes (Reyes, 2007).
Según Bustos (1985), el cuerpo teórico básico del psicodrama es la sociometría, que en términos generales es una teoría de las relaciones interpersonales que se centra en la dinámica vincular de las personas,

Los seres humanos se vinculan a partir de tres signos básicos: el positivo, negativo y neutro. La coincidencia en un vínculo de dos signos de la misma denominación se llama mutualidad, la elección con dos signos diferentes, incongruencia (…) Todo vínculo se realiza a través de un rol con su rol complementario… Los roles se agrupan en conjuntos a través de similitud funcional que se denominan clúster (Bustos, 1985, p.17)

Íntimamente ligado a la dinámica vincular aparece el factor tele aludido anteriormente. Al respecto Bustos enuncia que el factor tele correspondería a toda transacción que se pudiese dar entre personas, y que de éste derivan dos caminos: el tele que aseguraría la correcta percepción recíproca al que da lugar el encuentro; y la percepción distorsionada del otro que daría lugar a la transferencia. Al respecto enuncia lo siguiente:

El indeseable aspecto transferencial del factor tele es, sin embargo, un importante indicador que conduce la terapia hacia donde es necesario dirigirla. Denuncia las figuras internas a los que los roles han quedado fijados. Es así que el vínculo terapéutico se asienta en el aspecto Télico de la comunicación. (Bustos, 1985, p.17)

Como ya se sabe, evolutivamente el ser humano se desarrolla a partir de un complementario primario del cual se hace necesario diferenciarse en busca de nuevos complementos. Mientras más roles complementarios y sanos logre ejercer un sujeto, mayor será su grado de salud.
Siguiendo esta idea, el factor tele y transferencia considerado en el paradigma psicodramático, impulsa a realizar paralelos entre los planteamientos de Jung respecto a los fenómenos posibles de emerger en el campo transformativo, ya que ambas teorías permiten profundizar en los fenómenos relacionales que se observan ya sea en una imaginación activa, en el trabajo con sueños, en una relación diádica como así también en una dramatización, ya sea de una escena de la historia biográfica, del trabajo con los sueños o de la amplificación dramática de un motivo colectivo como un mito, cuento, película, etc.

Desde esta perspectiva, pudiéramos hablar de un campo transformativo psicodramático. Y en este espacio el lenguaje es cognitivo, afectivo y corporal, es decir, una triada psicodramática, donde drama tiene un sentido de drama=acción, es poner la psique en movimiento, donde indudablemente no podremos dejar el cuerpo de lado.
En este sentido, Fernández (2013) menciona que,

La dramatización descompone como un prisma una multiplicidad de aspectos que se expresan en imágenes que configuran interpretaciones desde diferentes dimensiones: conceptuales, sensoriales, afectivas, emotivas, intuitivas, axiológicas. Es así como la evocación de las imágenes y su representación permite no solo la elaboración de las situaciones conflictivas, sino también la expresión de las posibilidades latentes (p. 33).

En este sentido, la triada psicodramática forma parte de un aspecto fundamental de la teoría Moreniana. Consiste en que el ser humano se constituye como tal a partir de tres dimensiones fundamentales, y si bien cada una de ellas opera desde mecanismos propios, no hay preponderancia de ninguna por sobre de las otros dos; es decir, mente, cuerpo y afectos ocupan un lugar igualmente trascendente y determinante en la estructura del sujeto.

Esto no significa que no haya distinción alguna respecto de las funciones que cumple cada dimensión, y de cierta forma el camino evolutivo del sujeto ya descrito anteriormente, además del logro de la autonomía, la adopción de roles sociales y la flexibilidad en los mismos, tendrá que ver con la capacidad de sentirse integrado, tanto en lo que ocurre a nivel mental, corporal y emocional. Estas incongruencias o congruencias que puedan aparecer en la relación con el terapeuta, emergen a modo de transferencia o tele.

Referencias:


  • Bello, M. (2000). Introducción al pensamiento de J.L Moreno. México: Editorial Colibrí.
  • Bustos, D. (1985). Nuevos Rumbos en Psicoterapia Psicodramática. Buenos Aires: Editorial Momento.
  • Fernández, N. (2013) Psicodrama Arquetipal. Edit. Escuela venezolana de Psicodrama. Caracas, Venezuela.
  • Rojas-Bermúdez, J. (1987) ¿Qué es el psicodrama? Buenos Aires: Editorial Paidós

jueves, 26 de mayo de 2016

Entre psicodrama y psicología analítica





Un encuentro de a dos: ojo a ojo, cara a cara,
y cuando estés cerca arrancaré tus ojos
y los colocaré en el lugar de los míos
y tu arrancarás mis ojos y los
colocarás en el lugar de los tuyos,
entonces te miraré con tus ojos
y tú me mirarás con los míos.”
(Moreno, 1995, p.15)

La función simbólica y las técnicas expresivas

La actitud simbólica está referida a la capacidad del ego para poder adoptar una postura hacia los contenidos de la psique, que fomenten una relación de cooperación con respecto a lo que emerge desde lo inconsciente (Byington, 2009; Dieckmann, 1990). Para poder incorporar los contenidos que el ego percibe a través de un objeto interno o externo, este adopta una actitud particular en como significa esa experiencia. Esta traducción del estímulo o imagen que alcanza a la conciencia puede ser tomada de manera literal, concreta y objetiva, dentro de lo cual las posibilidades de interpretar cierta vivencia puede ser reducida a lo que el yo interpreta de ello. Sin embargo, una actitud simbólica involucra que esa misma vivencia puede adoptar significados y una comprensión muy diversa y desde muchas aristas diferentes, ya que al ser considerada por el yo desde una interpretación subjetiva, esta puede adoptar diversos significados, pudiendo ser amplificada la experiencia más allá de lo que concretamente sucedió (Dalett, 1984). Por ejemplo, un sueño donde la persona ve que un camión se acerca por la carretera y este camión se cae por el barranco y el soñante despierta muy asustado. Pudiera este hecho ser interpretado de dos maneras diferentes. Una tomar el sueño de forma objetiva y concreta donde el soñante piense efectivamente que en algún momento pudiese verse enfrentado a un accidente automovilístico con un camión. Si esa vivencia onírica, es observada por el ego de manera simbólica, el sueño adopta una complejidad aún mayor, lo que aparece en el sueño no es reducido a la interpretación literal, sino más bien es circunvalada por el ego. Observa como el conjunto de símbolos que aparecen en el sueño como el camión, la carretera, la sensación y emoción del soñante, los colores, momentos del día en el sueño, entre otros elementos, permiten que el ego pueda extraer de esa vivencia un conjunto de significados ampliados y que relacionados entre sí, configuran la totalidad del sentido del sueño, desde qué significa para el ego, los símbolos que emergen. Esto puede ser llevado a cabo a través de los sueños, de una manera particular de moverse, de una pintura, de un conjunto de colores, de sonidos, de un poema y de imágenes mitológicas entre otras manifestaciones.

Desde este punto de vista, las técnicas expresivas, nos permiten hacer esta conexión para que emerjan contenidos desde lo inconsciente y el ego advierta la posibilidad de ampliar los significados que atribuye a su experiencia interna, viéndose enriquecida la posibilidad de sentido a su vivencia a partir de esta actitud simbólica.
Uno de los métodos que últimamente han emergido dentro del campo de la psicoterapia que intenta unificar la relación entre la función simbólica y la expresión corporal como puente en la elaboración de conflictos internos y relacionales ha sido el psicodrama arquetipal, también denominado, psicodrama individuativo, psicodrama analítico-sintético, o de orientación moreneano-junguiano. (Fernández, 2013).
Este método según Fernández (2013) se caracteriza principalmente en la elaboración simbólica que hemos tratado con anterioridad y en los arquetipos, “utilizando la amplificación de imágenes que van surgiendo en el transcurso del procedimiento psicodramático” y que “permiten hacer contacto con lo irracional del inconsciente y romper con la racionalidad y el intelectualismo” (p. 31).
Siguiendo a la autora, esto es generado gracias a la comunicación de experiencias íntimas de un protagonista, que hace de emergente grupal, en cuanto la historia de su propio mundo interno es expresada en el grupo a través de la acción y en donde los yo auxiliares, es decir, las demás personas que participan como testigos o como dobles de la escena, pueden ir generando su propia catarsis o elaboración de temáticas que hablan a la vez de su propio mundo interno y relacional.
Sin embargo, ¿cuál es el papel que cumple el cuerpo dentro de todo esto?
Desde la psicología analítica, es considerada la sanación en el momento en que la personalidad del individuo puede continuar con su proceso de individuación, sin que ciertos complejos personales ejerzan una influencia tal en la conciencia, que este se vea paralizado, limitado en la expresión sana de sus posibilidades de desarrollo. Es por esto, que el trabajo de psicoterapia involucra la elaboración de experiencias que han quedado fijadas en la psique y que muchas veces sustrae la energía disponible en esta para poder continuar creciendo y desarrollándose. Estas vivencias alojadas en los complejos implican la necesidad de poder contactarse con contenidos de lo inconsciente de una manera que sean tolerables y posibles de elaborar por el yo, ya que si esto no sucede y los elementos que emergen del inconsciente resultan muy amenazantes para la personalidad, este hará que emerjan mayores defensas psíquicas y no se pueda elaborar los contenidos necesarios. Las técnicas expresivas, posibilitan acercarse a contenidos inconscientes de una manera que propician el movimiento de la conciencia y del yo de una manera paulatina (Sassenfeld, 2010), menos amenazante si estas son llevadas a cabo cuidadosamente, ya que por sí solas, las técnicas expresivas no generan la elaboración de la conciencia respecto al contenido inconsciente, sino que estas deben ir acompañadas de un espacio y lugar donde el yo se sienta “cómodo” para entrar en la experiencia.

Podríamos considerar este espacio a modo de un themenos, lugar que en la antigüedad era considerado un espacio sagrado de unión con lo trascendente. En la psicoterapia este espacio está dado por el setting o lugar en donde se realiza el proceso de psicoterapia. En cuanto al psicodrama este themenos analítico “es el espacio sagrado, reservado para la representación de las escenas” (Fernández, 2013, p. 32). En psicología analítica vemos como este themenos Jung lo denominó como el campo transformativo, en donde la relación terapeuta-paciente se da tanto en los ámbitos conscientes como inconscientes. Sabemos al respecto, que a lo consciente hacemos alusión a todas las emanaciones de la psiquis, ya sean, expresiones en forma de actitudes y reacciones hacia sí mismos o hacia el mundo que conocemos de nosotros mismos (Stein, 1984). Sin embargo, en el campo de lo inconsciente emergen continuamente contenidos en donde ni paciente ni terapeuta alcanzan a percatar que es lo que está sucediendo entre ambos, desde ahí que la transferencia sea mutua, y el concepto de campo transformativo sea un mejor concepto para definir lo que sucede en una escenificación psicodramática.

Referencias:


  • Byington, C. (2009) Introducción al Estudio de las Técnicas Expresivas por la Psicología Simbólica Junguiana en Psicopatología Psicodinámica Simbólico- arquetípica 2 Montevideo: Prensa Médica Latinoamericana, p. 103-123.
  • Dieckmann, K. (1990) Methods in Analytical Psychology Illinois: Chiron Publications: Cap.13: Active Imagination, pags. 183-191.
  • Fernández, N. (2013) Psicodrama Arquetipal. Edit. Escuela venezolana de Psicodrama. Caracas, Venezuela.
  • Moreno, J.L. (1995). El Psicodrama, Terapia de acción y principios de su práctica. Editorial Lumen. Buenos Aires: Argentina.
  • Sassenfeld, A. (2010) El Lenguaje del Cuerpo como “Técnica Expresiva” en la Psicología Analítica. En M. Abalos (Ed.), Aportes en psicología clínica analítica junguiana (pp.129-143). Volumen III. Santiago de Chile: Universidad Adolfo Ibáñez.
  • Stein, M, (1984) Junguian Analysis London: Shambhala.