El Kybalion: «Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además: «Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría».
Introducción
El blog tiene la intención de esparcir conocimiento en áreas como la psicología, espiritualidad y misticismo, la información tendrá como fuente autores relacionados con las temáticas anteriormente señaladas, ademas de mi propia autoria. La finalidad no es dar información o conocimiento que yá se conoce sino contribuir con el mismo según mi propio trabajo y reflexión ,por su misma naturaleza las palabras expresadas serán de un aliento hipotético, sin fin de absolutismos ni caracteres de verdades únicas.Que este blog contribuya no solo al autoconocimiento, sino a la reflexión de cada uno de los lectores, en planos tan altos como el espiritual hasta el tan cotidiano terrenal.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Antropología del Cuerpo y Modernidad
Para poder aislar algunas de las representaciones del hombre (y de su cuerpo) anteriores a las actuales, es necesario analizar la fiesta popular medieval. Sabemos que ésta estuvo en centro de la vida social, especialmente en el siglo XV. Pero para poder aprehender el sentido de la fiesta medieval tendremos que abandonar nuestras referencias contemporáneas. El júbilo del carnaval y de las fiestas emparentadas con él -la de los locos, la del burro, las de los Inocentes, etc., los misterios, las sátiras, las farsas, la "risa pascual", las cencerradas- pertenecen a un lugar olvidado de la historia.
El Carnaval instituye la regla de la transgresión, lleva a los hombres a una liberación de las pulsiones habitualmente reprimidas. Intervallum mundi, apertura de un tiempo diferente en el tiempo de los hombres y de las sociedades en las que viven. El aspecto serio de la vida vuela en pedazos ante la risa irreprimible de la colectividad, unida en el mismo sacrificio ritual de las convenciones. Fiesta típicamente comunitaria en la que el conjunto de los hombres tiende, provisoriamente, a la comunión, más allá de las tensiones de toda vida social. Todo es necesario para hacer un mundo; el Carnaval lleva está conciencia a su intensidad máxima. Los placeres del Carnaval celebran el hecho de existir, de vivir juntos, de ser diferente, incluso desiguales, al mismo tiempo débiles y fuertes, felices y tristes, emocionados y frívolos, mortales e inmortales.
Por el contrario, las fiestas oficiales instituidas por las capas dirigentes no se alejan de las convenciones habituales, no ofrecen un escape hacia un mundo de fusiones. Están basadas en la separación, jerarquizan a los sujetos, consagran los valores religiosos y sociales y, de este modo, afirman el germen de la individualización de los hombres. El Carnaval absuelve y confunde; la fiesta oficial fija y distingue. Las alteraciones que se producen en las festividades del Carnaval, tiempo de exceso y de gasto, ilustran el fin y el renacimiento del mundo, la nueva primavera de la vida.
Lo que la cultura del medioevo y del Renacimiento rechaza, justamente, es el principio de individuación, la separación del cosmos, la ruptura entre el hombre y el cuerpo. La retirada progresiva de la rica y de las tradiciones de la plaza pública marca la llegada del cuerpo moderno como instancia separada, como marca de distinción entre un hombre y otro.
El cuerpo, sostiene David Le Breton (1990), "es una construcción simbólica, no una realidad en sí misma".
Por ende se puede observar en el discurso que nos entrega Le Breton que el cuerpo es una posesión y no parte integral de mi identidad y este se adecua a los variados contextos en que se encuentra este (mi cuerpo) y no es una fiel representación de mi ser –con –los –demás. Este adoptaría una cierta postura y significación conforme al evento que se esta manifestando en la fiesta, sería el momento de romper la barrera de la individualidad porque este es el hombre medieval, el que vive en el ser con el cuerpo manifestando todas sus pulsiones reprimidas en este carnaval en que el otro actúa con el mismo júbilo que mi ser, porque es en ese momento que el colectivo es un loco- loca como si en ese mismo instante se creara un mundo, un lenguaje, una actitud que va de acuerdo a esa comunión social.
Al contrario como dice Le Breton las fiestas oficiales tienden a individualizar a marcar a los personajes y a otorgarles los roles, aun en la misma festividad esta el encargado de la comida, de la bebida y de los invitados, produce una jerarquización de los roles y una separación de la unión que otorga el festín en la fiesta popular.
Así podemos deducir que el cuerpo llámese motor, vehiculo, órgano o ser no trascendente (por su característica netamente material y no anímica) cumple un rol fundamental a la hora de la socialización, cumple con sus reglas simbólicas significativas para que el otro pueda crear ese puente de intercambio de pensamientos, palabras y actos para consigo y el colectivo y así ser esa parte que conforma y da movimiento y variación al todo. El ser en ese entonces se convierte, al momento de ser con el otro, en una masa de signos y símbolos que solo podrán ser decodificados por aquellos que se encuentren en su círculo de significación.
Pero esta colectividad del cuerpo olvida al ser de su vida cotidiana y por ende su carácter intrínseco y no menos importante individual necesario para comprender y realizar cambios en los mundos del ser. Entonces nos deberíamos preguntar ¿Qué tan significativo es el cuerpo en cuanto a vehiculo espiritual trascendente, material y constituyente de sus mundos?
Ya vimos la importancia que tiene el cuerpo en el momento de socializar e interactuar en momentos de vivir en y con las masas, pero ahora creo necesario dar un vuelco a la lectura y ver la perspectiva de cuerpo con el ser en esencia individualizado.
(Continuará)!!...
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