Como señalamos en un inicio acerca del papel del símbolo, este guarda en sí un conocimiento que es develado solo y únicamente reconociendo el papel que cumple en la conciencia del individuo, y esta función, es significativa en cuanto permite realizar al sujeto una suerte de percepción que cambia o modifica su manera habitual de estar en el mundo.
Este rol que cumplimos cada ser humano en nuestra propia vida puede verse reflejado no pocas veces en dinámicas que se han generado generación tras generación. Estos papeles o roles, en su expresión fenoménica pueden variar entre un individuo u otro, dependiendo por ejemplo del papel que ejerzan en la sociedad o la propia historia bibliográfica del sujeto.
Sin embargo el lugar desde el cual se sitúan para realizar una tarea incumbe roles que pertenecen a un colectivo. Pareciese que estos roles tuvieran un orden preestablecido, orden que pertenecen a un mundo ordenado racionalmente, pero que en lo profundo de su base mas instintiva provienen de un estrato natural primitivo arquetípico (Banderas, 2010), en un sentido junguiano.
De aquí que el hombre antiguo, conocedor de la naturaleza, y conciente de esta doble naturaleza de las cosas haya ideado modos de convivencia que le permitiesen conectar con ese lado sagrado de las cosas. A partir de estos fenómenos es que a lo largo de la historia del ser humano, el rito a formado parte esencial de las comunidades y sociedades culturales humanas, manteniendo y perpetuando durante generaciones el efecto de la experiencia religiosa.
Una de estas actividades que hasta hoy en día perduran y que ayudan a devolver el sentido de sacralidad a la experiencia humana, es el relato mitológico.
Este tendrá su génesis como un intento del hombre por solucionar los padecimientos del alma (Banderas, 2010), y encontrar por sobre todo, un sentido a lo que hace. Esto es lo que posiblemente ligue a la antigua actividad de lectura y traspaso de los mitos de generación en generación a la actual tarea que están abocados los terapeutas.
“Ante símbolos arquetípicos el terapeuta debería recurrir a los paralelismos encontrados en el folklore, los mitos o expresiones artísticas… El método sintético es analógico, es decir, busca similitudes entre las imágenes o temas, posibilitándose así el reconocimiento de un patrón.” (Carrasco, 2007, P. 77)
Si entonces el mito resulta ser un sistema de símbolos arquetípicos, es decir, que se expresan de igual forma en las distintas comunidades, culturas y sociedades de manera indistinta, entonces podemos encontrar en ellos, una importantísima fuente de información, que nos habla del acontecer de ese grupo colectivo.
“A partir de estas funciones es posible identificar dos grandes tipos de mitos. Una primera diferenciación identifica mitos que se refieren al mundo natural del cual cada persona es parte. Existe, también, una mitología sociológica, vinculando al individuo con una sociedad en particular.” (Campbell en Carrasco, 2007, P. 73)
El mito surge a modo de imagen arquetípica como un patrón de organización, haciendo referencia a ese elemento que forma parte de cada experiencia propiamente humana (Banderas, 2010) y, que permite unir a partir de ciertas analogías, los elementos que en la narración aparecen como parte de un contexto o escenario mitológico.
“El estudio comparativo de todas las mitologías del mundo, por igual, conduce a ver la historia cultural de la humanidad como una unidad. “Porque —explica— encontramos que temas tales como el robo del fuego, el diluvio, la tierra de los muertos, el nacimiento virginal y el héroe resucitado tienen una distribución mundial; aparecen por doquier, en nuevas combinaciones, aunque son, como los cristales de un caleidoscopio, sólo unos pocos, y siempre los mismos” (Campbell en Folch, P. 4)
Por lo tanto este conjunto de imágenes colectivas (personajes y contextos del mito), van a representar cada una por si misma una particular forma de vincularse, pensar y emocionarse del individuo que lee o experimenta el mito.
Y además, nos dice Banderas (2010) el sentido arquetípico del mito comienza a actuar por si mismo.
De ahí la importancia de la emergencia del propio mito personal, que revelará a su vez
“…producciones espontáneas de la psique, no intencionadas ni influidas por la cultura” (Carrasco, 2007) y que a su vez además revela una capacidad ordenadora diferente dependiendo de la propia psiquis del sujeto. Esta perspectiva arquetípica ayudará a descubrir “el patrón que funciona a nivel colectivo para poder reconocerlo a nivel individual” (Banderas, 2010)
Esa actividad, que procura poner un motivo colectivo en función del entendimiento de acciones y contextos individuales es lo que se conoce con el nombre de la Amplificación.
Referencias:
-Banderas, F. (2010) “Humanismo Simbólico, Técnica del Relato Mítico”. Presentación en Ppt., Cátedra Psicoterapia Humanista y Transpersonal. Universidad del Pacifico. Santiago de Chile.
-Carrasco, A. (2007)“La interpretación simbólica del mito”. En “Aportes en psicología Clínica analitica Junguiana.” Volumen I, año 2007, universidad Adolfo Ibañez. Santiago, Chile.
- Folch, F. J. (1991-1992) libro resumen “Joseph Campbell: Las Máscaras de Dios
Vols. I, II, III y IV”[ebook]. Madrid: Editorial Alianza.
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